Adriel nunca estuvo
de acuerdo con el plan, siempre quiso negarse, pero Aradia le había dejado en claro
varias veces que se iba a hacer lo que ella decía y estaba dispuesta a usar su
“don” en contra de ellos, si no la obedecían.
No es un mal plan, se repetía mientras esperaba a fuera
del gran salón donde estaba Cirse y la Bruja Verde, Aradia sólo va a quitar
a Cirse de los servicios de Joan y así ella no podrá obligarme a hablar sobre
los lobos que traicionaron al reino.
Lo que le molestaba
al Lobo era no poder hacer nada, sólo estaba afuera esperando, no sabía lo que pasaba.
Detestaba no poder tener el control cuando se trataba de su gente y de Cirse.
Aparte ya había olido sangre, alguien dentro del salón estaba herido, y aunque
sabía que no se trataba de Caperuza, se preocupó.
De repente el aire se
impregnó de humo, algo se quemaba y sin darse cuenta se empezó a convertir en
lobo, sin embargo, Yul se acercó a él y lo tomó por el hombro.
—No me toques— gruñó
Adriel
—Debes estar
tranquilo, no puedes llevarnos ahí para morir.
Muy dentro de él,
Adriel sabía que su amigo tenía razón, si les ordenaba atacar sin que hubiera
realmente un peligro los pondría en peligro. Estaba a punto de dar la orden,
cuando una de las puertas salió volando y el humo los envolvió a todos.
Un hombre con
armadura salió corriendo del salón, cuando un lobo gris lo alcanzó y lo atacó
ferozmente, hasta matarlo. Segundos después Cirse apareció, no se veía herida,
pero si desorientada. Adriel quiso acercarse a ella, pero nadie en su manada
sabía sobre su relación y no podía permitir que Joan la descubriera.
—No debes acercarte a
ella, ni verla— le había dicho Aradia en una de sus reuniones—. Joan es muy
inteligente, si nota que existe algo entre ustedes dos, lo va a usar en su
contra.
Su gente creía que la
Bruja Verde tenía una venganza personal contra Joan, por eso quería quitarle a
su nueva ayudante. Sólo era un trato que le convenía a ambas partes, a su
manada y a la hechizara o al menos eso creían todos, excepto Yul, era el único que
sabía la verdad.
—¡Basta!— una voz de
mujer retumbó en los odios de todos, al no reconocer la voz de Aradia o Cirse,
Adriel supo de quien se trataban.
Con un gruñido,
ordenó a su manada acercarse al salón y ponerse en guardia para atacar. Todos
se convirtieron en su contraparte animal y él instintivamente se colocó cerca
de Cirse, quien estaba regresando al salón, pero el lobo gris la detuvo.
—No te enojes, Joan,
él me atacó, no podía dejarlo vivir— dijo la Bruja Verde con una leve sonrisa
en los labios.
—No vale la pena
pelear— respondió Joan con una tranquilidad que asustaba e ignoró a Aradia—,
pero Cirse aún me debe un trabajo y lo voy a cobrar. Aparte aún quiero hablar
con el alfa de esta manada— Adriel se transformó en humano y caminó hasta
Joan.
—Voy a hablar con
usted, pero no con ellas aquí.
—No es tu decisión
Lobo.
—Me parece que
tampoco la suya. Mi deber es proteger a mi manada y si ustedes tienen una
pelea, ponen en peligro a mi gente…
—¿Sigues con eso?—
interrumpió Aradia, dirigiéndose a Joan— Me han contado que Cenicienta es una
reina muy cruel cuando se trata de castigar la deslealtad. ¿Es cierto? Si el
alfa te desobedece, definitivamente es una traición y merece ser castigado.
¿Cómo se le castigaría? Con unos azotes o la muerte.
Por un momento Adriel
olió algo parecido al enojo y miedo emanar de Joan, pero sus facciones seguían
siendo impenetrables.
—No es de tu
incumbencia.
—Ahora imagínate si
la Reina se entera de que su fiel bruja quiso contratar a una traidora como yo
y después hizo un trato con alguien de dudosa lealtad. ¿Cuál sería tu
castigo?
—Voy a cobrar mi
parte— Joan volteó a ver a Cirse, con una mirada llena de furia y se oyó un crujido
imperceptible para la mayoría de los presentes, nadie se movió. Después volteó
a ver a Aradia— No voy a dejar esto así. Lobo vamos a tu casa, hablaremos sólo
tú y yo.
ZAZLOVE, LA MALDITA ROJA
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