Caperuza y el Lobo - CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO - Zaslove, La Maldita Roja

martes, 7 de enero de 2020

Caperuza y el Lobo - CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO



Caperuza pensó en huir de la aldea, pero le ganó el corazón y fue a ver a Adriel, para darle una solución a todo; aunque muy en el fondo guardaba la esperanza de que él le dijera que se fueran juntos o que le pidiera que se quedara a su lado, pero sabía que eso no era posible. 

Sin embargo, las cosas no sólo habían fracasado, salieron peor de lo que esperaba. Adriel se enojó, cuando ella le dio el duplicado del elixir que le dio su tía para dejar de amarlo. 

Al parecer él no estaba de acuerdo con dejar morir lo que sentía por ella y la solo mención de "hay una forma de que dejemos de amarnos" lo hizo explotar en furia.

Cirse no tenía ninguna intención de obligarlo a beber el elixir, aunque podría hacerlo fácilmente, ni de tomarlo ella y dejarlo sufrir solo, para ella era un acuerdo entre los dos o nada. Así que aceptó la negativa y decidió seguir con el plan B: irse y alejarse lo más posible, pero Adriel no la dejaba salir de su casa.

El Lobo estaba agresivo, aunque trataba de disimularlo, no permitía que Caperuza saliera de su casa y no quería que se le notara, pero ella lo conocía demasiado bien y sabía que con cualquier paso en falso se convertiría en una bestia. 

—Déjame ir—dijo Caperuza sentada en un sillón tratando de parecer tranquila. 

—Si te vas, ¿con quién discutirás?—le contestó el Lobo mientras caminaba de un lado a otro. 

No era la primera vez que ella se iba, sin embargo, él podía oler algo diferente en su Bruja, en su Caperuza. Ya no olía a él y si la dejaba ir tal vez nunca volvería. 

—Soy una maldita bruja, bien me podrían pagar por discutir. 

—Pero nunca de la misma manera que conmigo.

—Déjame ir, por favor.

—¡No!—gritó y con su mano golpeó la pared. 

Caperuza ni se movió, el exabrupto del Adriel no la sorprendió en lo más mínimo. Sin embargo, cuando él la volteo a ver fijamente, no pudo evitar ponerse nerviosa y aunque trato de disimularlo, el logro captar ese cambio. 

Ella jamás había conseguido descifrar cómo es que él era capaz de percibir cualquier cambio en su sentir, sin importar las barreras que ella ponía, tal vez lo lograba por su olfato de animal o la conexión que existía entre los dos, también podría ser el pacto que hizo con un demonio. Lo único que sabía era que el Lobo sabía aprovecharse de esos cambios, así que tenía que ser más lista que él. 

—Tú sabes cómo terminan nuestras peleas, cada vez es más difícil recuperarnos— explicó ella. 

—No quiero pelear. 

—Tú pared no piensa lo mismo

El Lobo volteo a ver su pared. Era verdad cuando dijo que no quería pelear, pero tenía miedo de no volver a verla, de no volver a sonreír. Aunque estaba dispuesto a discutir, a recibir su furia, si con eso ella dejaba de ser una maldita y volvía a ser su Caperuza, aunque solo fuera por un tiempo. 

Tenía que lograr que se quedara un poco más, en lo que pensaba cómo lograr retenerla a su lado y sabía que, si ella no estaba enojada, jamás sería cruel con él. 

—Quédate unos días más y luego yo te llevo a donde quieras ir. 

Por un momento pensó que ella nunca contestaría, pero tras un cansado suspiro de cansancio y pudo notar que se empezaba a estresar. 

—Si te digo que no, ¿me dejarás ir sin ningún problema? 

—Lo haré. 

—Me estás manipulando y te estás aprovechando de mí. 

—Sí. 

Caperuza se levantó y gritó de desesperación, provocando que el Lobo trastabillara. Ella había caído en su trampa, así que se acercó a Cirse y la abrazó, gesto que correspondió.

Todo lo que él tenía que hacer era provocar un poco de desesperación para que ella hiciera un berrinche y entonces él podría calmarla. No le gustaba hacerlo, pero en su defensa ella lo había manipulado varias veces en el pasado. 

Pero en esta ocasión, para tristeza de Adriel, no había funcionado del todo. Caperuza se separó de él y sin soltar una de sus manos le dijo que no podía. 

—Tengo que irme. No nos hace bien estar juntos.

Ella le mostró sus brazos, que pasaron de estar en perfecto estado a estar llenos de heridas. Algunas estaban cicatrizadas, otras eran simples arañazos y unas más lograba reconocerlas, porque él las había provocado. 

Adriel miró su pecho a través del escote de su vestido, ahí estaba la marca de sus cinco garras, cuando en un momento de desesperación trató de arrancar su corazón. A pesar de haber acudido con Joan, la cicatriz había quedado en su piel.

—Tu tampoco estas bien— de repente las heridas que Cirse le había hecho a Adriel aparecieron. Eran grandes y toscas, sobre todo la que había desde su cara, hasta su pecho. El Lobo se alejó bruscamente, pero ella tomó su mano— No hagas esto, no te enojes cuando sabes que digo la verdad.

—No quise hacerte daño. Lo siento, pero no quiero…

—¿Qué quieres?— Él tomó sus manos entre las suyas. 

—Sé… yo sé que no te puedo pedir nada. No puedo pedirte que te quedes, ni que me esperes. Pero por favor no te escondas de mí. Déjame saber que estás bien. 

Cirse estuvo a punto de decirle que sí, pero fue interrumpida por Mar, quien entró en el hogar de Adriel sin tocar y se arrojó a sus brazos de manera muy efusiva. 

—Gracias por darnos refugios y un gusto— dijo Caperuza sin dejar que nadie más reaccionara antes de ella y salió de la casa.

—¿No te quedarás a nuestra boda?— preguntó la loba, quien la había alcanzado unos pasos afuera de la choza de Adriel.

—Sé que puedes oler que él me ama a mí— dijo la bruja y siguió su camino, mientras se alimentaba de la inseguridad y la furia de Mar.

ZASLOVE, LA MALDITA ROJA
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1 comentario:

  1. 😨😨😨esta muy bien el capítulo roja😉😉😉espero el borrador 😁😁😁😁Y gracias por la historia se pone cada vez mejor👍👍👍

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