Adriel vio cómo se
preparaba, mientras esperaba sentado en una silla; era el primer Año Nuevo que
pasaban juntos y Cirse decidió celebrarlo en su hogar, porque quería que él
hiciera la cena.
Por lo que él
obedeció e hizo la cena que disfrutarían después de la medianoche y del ritual
que haría la pequeña bruja para comenzar el nuevo ciclo, pero en lo que eso
pasaba, el Lobo había sido exiliado a un rincón de su casa, desde el que veía
como el piso de su sala era pintado con una estrella gigante de cinco picos.
El contorno de la
estrella también había sido tapizado con un montón de hierbas que olían
demasiado bien para Adriel y con una vela en cada pico, así como el dibujo de
una runa, todas eran diferente y él no era capaz de distinguirlas.
Cuando Cirse terminó
de acomodar todo se hinco en el centro de la estrella y dijo una oración, al
terminar las velas se encendieron y una estrella igual apareció en el techo,
con las velas, las runas y las hierbas.
—Ya casi es la media
noche, entra a la estrella— dijo Cirse, mientras se levanta y lo volteaba a
ver—. Sin ropa.
—Tú estás vestida—
reclamó Adriel y el hermoso vestido rojo que traía puesto la pequeña bruja
desapareció. En ese momento el lobo quiso tener el poder de la bruja, para no
tener que quitarse prenda por prenda.
No era la primera vez
que participaba en un ritual de brujería, sin embargo, siempre era en grupo o
con Yul acompañándolo. Esta vez era muy diferente, era más íntimo y él estaba
enamorado de la bruja.
Ingresó a la estrella
y cuando estuvo frente a Cirse, le dio un beso en la frente y tomó uno de sus
senos, sabía que no iban a hacer nada, pero le gustaba disfrutar de su cuerpo,
era relajante para él. Ambos se sentaron uno frente al otro y él se le quedó
viendo fijamente a los ojos.
—¿Qué?— preguntó ella.
—Nada, me gusta
verte.
De un segundo para
otro, el cuerpo de Caperuza se llenó de runas, que brillaban en un rojo
escarlata que alertó a Adriel y tocó una con mucho cuidado.
—No me duelen,
ahorita no— dijo Cirse, como si pudiera leer su pensamiento—. Son para
protegerme y estabilizar varios aspectos de mi poder, mi familia y otras cosas.
¿Te puedo hacer una?
—¿Para qué?
—Para que siempre
estés protegido.
—Sí— contestó sin
dudar—, ¿pero en sí que vamos a hacer?
—Pues le vamos a
agradecer a los elementos por un año más de vida, les ofreceremos una ofrenda y
para el año que viene daremos un sacrificio, para que siempre estemos
protegidos.
—¿Qué tipo de
ofrenda?
—Dos, una de sangre y
una de comunión— los cuerpos de dos mujeres aparecieron, uno a su derecha o
izquierda—. No te preocupes, tu casa no va a quedar manchada, abrí un pequeño
portal espejo.
—¿Las brujas pueden
hacer eso?— preguntó Adriel dudoso, hasta donde sabía sólo algunos demonios y
hadas podían realizar ese tipo de magia.
—Solo las de mi
familia.
—¿Cuántas mujeres y
hombres guardas?
—No muchas, a ellas
las conseguí en este mes. Muchas personas dan a seres humanos como sacrificio
para realizar hechizos; en su caso ellas se entregaron solas, para proteger a
sus seres queridos padres— dijo señalando a la joven de cabello castaño— y a
sus hijos— vio a la mujer de cabello negro.
Cirse le explicó que
ella mataría a las mujeres y él sacaría los corazones de ambas, después harían
una oración, para ofrecer la muerte de la mujer mayor como agradecimiento por
el tiempo que pasó y la joven como sacrificio para tener un buen año.
—Quiero agradecer
porque la vida te trajo a mi vida y espero poder crear más momentos a tu lado—
mencionó Caperuza tras decir una oración.
—Gracias por quedarte
a mi lado todo este tiempo— empezó a Adriel—, por no separarte de mi lado.
Gracias por estos lindos momentos, por estar conmigo. Este año has sido mi
alegría y deseo que nada cambie.
El Lobo no pudo evitarlo
y tomó la mano de su amada, a pasar de que había logrado mantenerse alejado de
ella desde que comenzó la ceremonia, sintió que una gran felicidad lo invadió y
deseó que pudieran quedarse toda la vida en su casa.
Cuando ella reaccionó
a su toque y entrelazo sus dedos, Adriel se sintió pleno, como si fuera el ser
más poderoso y deseó terminar con la distancia que los separaba.
—Te grabare la runa
en el pecho— explicó ella, mientras extendía un dedo hacía él—. Te protegerá de
todo daño que te quieran hacer con magia o al menos lo debilitará, pero aun así
tienes que cuidarte. No te metas en problemas. Yo siempre te cuidare, pero
también tengo mis limitaciones— explicó y con su uña marco la runa en la piel
del hombre lobo.
Por un momento el
Lobo no pudo respirar, pero no era el dolor, era la impresión. No podía creer
lo feliz que se sintió al escuchar que ella se preocupaba por él y que le prometía
cuidarlo.
Al finalizar las
oraciones, Cirse quemó los cuerpos de las mujeres que flotaban en el aire, hasta
que sólo fueron cenizas y entregó los corazones a un pequeño espíritu que
apareció justo en medio de ellos.
Cuando terminaron la
ceremonia, la estrella del techo desapareció y Caperuza besó apasionadamente a
Adriel, mientras se sentaba a horcajadas sobre él.
—Sigue el ritual de
comunión, le ofrecemos nuestro amor a los dioses y convivimos con ellos— el
Lobo no perdió el tiempo y entro en ella.
—Me gusta estar
dentro de ti— susurró mientras besaba su cuello.
Tras hacer el amor,
Cirse calentó la comida con su magia y ambos cenaron abrazados, mientras se
cubrían con una cobija.
—¿Has pensado en
tener hijos?— preguntó de repente el Lobo, logrando sorprender a la
bruja.
—No sé, es decir, sí
quiero, pero mi familia es especial— confesó sinceramente—, ¿y tú?
—Sí, quiero brujitas
y lobitos
—¿De verdad tendrías
hijos conmigo? A pesar de lo que ya sabes de mí y mi familia.
—Sí.
—Mi familia se vuelve
loca por amor, tengo miedo de que me pase lo mismo y termine haciendo algo
horrible.
—Yo no lo permitiré y
también tengo miedo, de ser como mi papá, de ser un cobarde; pero, así como tú
me dijiste que yo no soy como él, tú no eres como ellas.
Cirse lo vio a los
ojos, creía en lo que él decía, así que decidió contarle sobre su abuelo, quien
era un demonio, por eso ella podía abrir portales a otras dimensiones. Le
explicó que de él había heredado tanto poder su madre y su tía.
—No importa quiero
pequeñas Cirses y no quiero que nunca te vayas— susurró Adriel, cuando termino
de escuchar la historia.
—No tengo planeado
irme— le contestó ella al tiempo que se acurrucaba entre sus brazos y les pedía
a todos los dioses que nunca lo alejaran de su lado.
Esa noche se
convirtió en un momento que el Lobo y Caperuza jamás podrían olvidar, sin
importar el tiempo o la distancia, porque ambos creyeron que el futuro era suyo
y estarían juntos por siempre.
ZASLOVE, LA MALDITA ROJA
Derechos Reservados
Casi lloro, fue una capítulo hermoso 💖💖💖
ResponderBorrar😍😍😍😍😍💖💖💖💖Excelente Roja siempre hay esperanza para estos personajes
ResponderBorrar