Louis caminaba sin
miedo y a lado de Adriel, sabía que debía tener cuidado, pero no iba a dejar
que se sintiera con más poder que él.
En silencio, caminaron
hasta uno de los salones de la aldea y cuando entraron, el Lobo saco dos
cervezas de un refrigerador que había. Le ofreció una y se sentaron en una
pequeña mesa del lugar.
—¿A dónde la vas a
llevar?— preguntó Adriel directamente.
—A mí aldea, a menos
de que me pida otra cosa.
—No te la puedes
llevar.
—No soy uno de lobos
para que me des órdenes y no es nuestra decisión— contestó Louis enojado de que
Adriel le diera una orden.
—Tiene mi
marca.
—En tu aldea nadie la
quiere. Le tienen miedo.
—¿Y en la tuya no?
Yo no necesito fingir
para quedar bien con mi manada, ellos confían en mí, pensó Louis, pero le pareció estúpido
decirlo.
—Ella nos salvó y mis
lobos lo saben. Sabes que no tengo ningún poder sobre ella. ¿Qué quieres?
—Que la convenzas de
decirte a dónde va y me lo informes—ordenó Adriel, generando una mirada
incrédula y una media sonrisa del otro lobo.
—No tengo nada en tu
contra, pero no te confundas, Adriel, no soy uno de tus lobos para que me des órdenes.
Esto que hay aquí es una alianza y, sí, tal vez ahora tengas una gran ventaja,
porque estoy en tu terreno, pero no te tengo miedo— se detuvo un momento, para
saber si había alguna respuesta, pero al no haberla prosiguió—. Mi lealtad está
con ella, no contigo.
Adriel se levantó
furioso de su silla, Louis hizo lo mismo, listo para pelear, pudo oler como peleaba
contra sus emociones e impulsos, mientras caminaba hacía la entrada. No tenía
duda de que quería partir su cabeza en dos, pero sabía que era inteligente y
por eso no lo hacía.
—Esto no cambia nada—
dijo Adriel cuando llegó a la entrada—. Eres bienvenido en mi hogar y puedes
quedarte el tiempo que necesites.
—Gracias— Necesita
relajarse, pensó mientras se volvía sentar, para terminar su cerveza.
Él se había enamorado
hace tiempo, pero ella había muerto. Lamentablemente un humano no vivía tanto
como un hombre lobo. Después de tanto tiempo sólo guardaba los recuerdos
felices a su lado, pero trató de hacer memoria.
También había sido posesivo
con ella, sin embargo, jamás se había puesto tan mal como Adriel, aunque Cirse
era un caso especial, hasta a él lo volvía loco algunas veces y no tenía ningún
sentimiento romántico por ella. Compadecía a el Lobo, pero su lealtad sí estaba
con la bruja, aparte de que la había visto sufrir demasiado por él.
Al terminar su
cerveza, se levantó y se fue a la choza en la que se hospedaba, Cirse lo
esperaba en la entrada, sin ningún tipo de expresión.
—¿No me vas a
preguntar cómo me fue?
—No, ya lo sé. Mande
un demonio a espiarlos— Louis se molestó, pero sólo fue un segundo, cuando vio
a una mujer aparecer al lado de la bruja—. No te enojes, estaba
preocupada.
—¿Por mí o por él?
—Por mí— respondió
ella y el lobo se río.
—Necesitas alejarte
de él, te va a hacer daño y tú a él. ¿Te irás con nosotros?
—No— respondió y el
lobo se metió a la choza. Desde la ventana, Louis la vio hablar con la demonio
un momento antes de irse.
La mujer con cuernos
entró a la casa. Era como un soldado, aunque mejor que los de cualquier reino,
incluso que los guerreros de su manada. Despedía un aurea peligrosa y parecía
lista para matar, pero no tenía ningún tipo de olor.
—Cirse me pidió que
me quede a su lado y que lo acompañe hasta su aldea- dijo sin siquiera
presentarse.
—No necesito su
protección.
—Ella lo sabe, pero
no le importa, se preocupa por ti.
Sí, ella puede volver
loco a cualquiera, pensó Louis y empezó a dar órdenes para irse lo antes posible. Cirse ya
había tomado su decisión y aunque no estaba seguro de cual era, no pensaba
detenerla.
ZASLOVE, LA MALDITA ROJA
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