Ver a Joan Wytte no
fue tan difícil como Cirse creyó, sólo había pedido una audiencia y ella la
aceptó, sin ningún truco.
La bruja de la Reina
Ella era poderosa para sanar y adivinar el futuro, por eso la justa y dulce
Cenicienta la mantenía a su lado, sin embargo, a pesar de que su poder siempre
la usaba para el bien, Joan imponía un gran respeto en vez de dulzura en los
demás.
Sus ojos grises,
parecían no tener ningún tipo de expresión, y ella a diferencia de la Bruja
Blanca no aparentaba ser joven. Su cabello negro era rizado y lo traía agarrado
en un chongo, las canas y las arrugas mostraban que ya era una mujer madura.
—Caperucita Roja eres
todo un misterio aún entre las brujas— dijo Joan en cuanto vio Cirse en su gran
habitación del castillo, que parecía una pequeña casa con su propia sala, un comedor
y por supuesto una cama, aparte de tres puertas que daban a otros cuartos.
—Buenas días
—Siéntate— le dijo
señalando una silla, junto a un gran tocador y un librero—. ¿Qué es lo que
deseas?
—Tengo unas heridas,
me las hizo un hombre lobo, pero hay dos que no sanan y se empezaron a
infectar.
—Descúbrete, para que
te revise.
Caperuza se quitó
toda la ropa y vio su cuerpo en el espejo, no tenía ninguna herida, ni un
moretón, ella lucía perfecta; así que retiró la magia que cubría las heridas y
se sintió triste por la realidad, estaba pálida y las ojeras cubrían su rostro,
aún tenía varios moretones y cortes esparcidos en el cuerpo.
—Te ves terrible— le
dijo Joan sin ningún tipo de emoción en su tono de voz. La bruja la reviso con
cuidado y cuando terminó le volvió a dirigir la palabra—. Las heridas de tu
brazo y pierna se empezaron a infectar. ¿Por qué no fuiste con tu abuela? Está
cerca de aquí— Caperuza se sorprendió, no muchas brujas sabían quién era su
familia—. Soy clarividente y vives en el reino que cuido, se perfectamente quién
eres.
—No tengo ganas de
iniciar una pelea entre hombres lobos y mi familia— en parte era cierto, pero
tampoco quería que matarán a Adriel por algo que muy probablemente era su
culpa.
Joan la miró
fijamente sin ningún tipo de expresión, su voz y sus ojos siempre eran neutros,
y tampoco transmita alguna emoción que ella pudiera percibir con su maldición.
La situación ponía nerviosa a Cirse, sin embargo, trató de actuar como si la
bruja no la intimidara en lo más mínimo.
—Te puedo curar, pero
tendrás que contactarme con tu tía, la Bruja Verde.
—¿Para qué?
—No necesitas
saberlo.
—Sí lo necesito, si
es para algo que la ponga en peligro no lo haré y sabré si me miente. Así que
dígame la verdad, por favor— O al menos eso espero, parece que no tiene
ningún sentimiento, pensó Caperuza.
—Necesito su don para
controlar lobos— parecía verdad, aunque no estaba segura.
—Yo tengo el mismo
don.
Por primera vez la
bruja mostró alguna emoción y esta era de sorpresa, Cirse no necesitaba ningún
tipo de truco de bruja para saber la razón. Joan pensaba en porque sí podía
controlar lobo uno la había atacado, pero de inmediato llegó a la conclusión de
que era porque Cirse estaba enamorada del licántropo.
—Perfecto, me
servirás. Te quedarás aquí un par de días en lo que tus heridas sanan y luego
me acompañaras a ver unas manadas.
—¿Para qué?
—No es nada
peligroso, no tienes de qué preocuparte, le diré a alguien que te dé una
habitación en el castillo.
ZAZLOVE, LA MALDITA ROJA
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