—Las heridas van
bien, aunque no se curan tan rápido como yo quisiera— le dijo Laurie a Cirse.
Laurie era una
curandera del Bosque Encantado y amiga de Caperuza, después de la pelea que
había tenido con Adriel, Cirse la fue buscar para que curara sus heridas. Todas
tenían un avance lento y realmente no se preocupaba por muchas de ellas, pero
Adriel le había hecho grandes cortes en su pierna y brazo, y eso no sanaban.
—Deberías ir al Reino
de las Maravillas o a Oz, ahí hay curanderas más poderosas que yo.
—Es un viaje muy
largo y no sé si tenga la fuerza.
—Entonces acude con
la Reina Ella, en su castillo está Joan Wytte, es muy buena.
También podría ir con
mi abuela o mi tía, pero eso solo sería peligroso para Adriel, pensó Caperuza mientras su amiga la
seguía revisando.
—No sé, lo voy a
pensar.
—¿Cómo fue que
sucedió esto Cirse? Pensé que estaban enamorados— Caperuza volteó a ver a su
amiga, cada vez que la iba a visitar Laurie le preguntaba lo mismo, pero ella
no respondía, porque no estaba segura de lo que había pasado.
—Él me pidió que lo
esperará, en lo que se acoplaba su manada le dije que no, se enojó y gritó.
—¿Te hizo daño?
—No, él simplemente
gritó, aventó algunas cosas y rompió una pared. Entonces yo perdí el control y
le rompí el brazo, me arrepentí al momento, pero ya era demasiado tarde. Adriel
acomodó el hueso y se transformó en el lobo. Lo más estúpido es que sólo tenía
que pensarlo un momento y seguro le hubiera dicho que si lo esperaba. Es sólo
que el dolor que me causa nuestras separaciones, el suyo y el mío, me hizo
decir no.
—Tu abuela te dio el
collar este.
—¿Y si un día es
insuficiente? Aparte me dio coraje, primero me marcó sin mi permiso, fue
invasivo. Es como si diera por hecho que yo quiero alejarme de toda mi vida,
sólo para vivir su vida con su manada.
—¿Entonces esperabas
que él abandonara a su manada para quedarse contigo?
—No, no lo sé... —
dijo Cirse, tratando de contener las lágrimas. Hice todo mal, se culpó.
Laurie terminó de
curar sus heridas, sin decir otra palabra, mientras Caperuza trataba de no
llorar, ya que también sentía el enojo y el dolor de Adriel, aunque gracias al
collar ya no tenía ningún tipo de afectación física. En cuanto su amiga terminó las curaciones, se puso frente a ella.
—Los dos hicieron
todo mal y ninguno se detuvo a pensar que llegarían tan lejos, tú lo quieres en
tu vida y él te quiere en la suya, pero ninguno quiere sacrificar lo que ya
tiene. Son egoístas y viscerales.
—¿Qué hago?
—No lo sé. ¿Todavía
tienes la poción de tu tía? ¿Por qué no te la tomas?— aún la tenía, pero seguía
sin atreverse a beberla— Piensa en lo que quieres hacer, lo que te traerá más
felicidad y tranquilidad. Por otro lado, de verdad tienes que ir a ver a
alguien más las heridas de tu brazo y tu pierna, yo no las puedo curar y
se están empezando a infectar.
Cirse fue a su casa y
se quedó dormida, esa noche soñó con Adriel. Lo vio aullando a la Luna, pero
después empezó perseguirla, le pedía que huyera y ella quería quedarse, pero
por alguna razón seguía corriendo. Hasta que él la alcanzó y Cirse despertó
sudando en su casa.
Él no me va dejar, pensó y trató de volver a dormir, pero
no pudo, así que se dirigió al castillo de la Reina Ella.
ZAZLOVE, LA MALDITA ROJA
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