Cirse pasó varios
días en el castillo, pero siempre evitó cruzarse con la reina o algún otro
miembro de la realeza. Se seguía negando a que más gente de la necesaria
pudiera ubicar su cara, por ello a diario trataba de cambiar de aspecto: ojos
azules, cabello rubio, un cuerpo más voluptuoso o la piel más oscura. Aunque su
estancia no fue mala, a diario extrañaba su hogar y a Adriel.
Cuando sus heridas
estuvieron totalmente sanas, Joan fue a su habitación y le explicó que era hora
de pagar su tratamiento.
—En el Bosque
Encantado viven cinco manadas de hombres lobo, hace poco dos de ellas cambiaron
de alfa y quiero hacerle algunas preguntas, todo lo que tendrás que hacer es
ordenarles que me digan la verdad.
—¿Sólo iremos a esas
dos manadas?
—No, visitaremos las
cinco.
—Trato.
Se suponía que Joan
era una bruja buena, sin embargo, Cirse no lograba de confiar en ella. Lo que
decía era demasiado fácil y con un simple embrujo que la misma Joan podía hacer
bastaría para obtener la verdad, aunque cualquier hombre lobo podría oponerse
un poco, al final no tendría opción.
Salieron a la mañana
siguiente, con cinco caballeros de compañía. Todos iban a caballo y Cirse se
sintió ansiosa y preocupada, porque sabía que en el viaje irremediablemente iba
a volver a ver a Adriel. No va a ser la mejor manera de volver a verlo, pensó.
El primer día
visitaron una manada de lobos negros, no hubo gran alboroto, sin embargo,
Caperuza notó el enojo y el asombro del alfa cuando ella le ordenó contestar
con la verdad y se sintió culpable, entonces su preocupación incrementó al
recordar que también tendría que darle la orden al Lobo.
Al anochecer llegaron
a la segunda manada, donde se quedaron a dormir. En el lugar, los atendieron
bien, a pesar de que notó que a los lobos no les agradaba Joan.
Después de cenar con
el alfa y otros miembros de la manada, les dieron una casa para que todos
pudieran dormir. Cirse fue al cuarto de Joan antes de dirigirse a la cama, con
la intención de poder alimentarse de alguna emoción, aunque sabía que de la
bruja no sacaría nada.
—No les agradas a los
lobos— acusó Caperuza.
—No tengo que
agradarles— dijo tan seria como siempre.
—Supongo que no.
¿Cuándo haremos el interrogatorio?
—Mañana antes de
irnos.
—¿Por si algo sale
mal?— Joan la volteó a ver y aunque Cirse no estaba segura, podía jurar que la
bruja había fruncido el ceño
—Nada tiene que salir
mal.
—Perfecto, iré a dar
una vuelta.
Cuando estuvo unos
metros alejada de la cabaña, uno de los caballeros la alcanzó y empezó a
caminar a su lado.
—La señora Joan me
mandó a cuidarla— el hombre traía su ropa de cuero y una cota de malla, aparte
de su espada larga y una daga en el cinturón.
—Vamos a caminar un
poco por el bosque— le aviso Caperuza adentrándose entre los árboles—. ¿Cuál es
tu nombre?
—Soy Arturo—
respondió escuetamente. Lo entrenaron bien, pensó Caperuza, seguro
está hechizado para que no lo pueda seducir.
—¿Te han contado
sobre las almas del bosque?— sin esperar respuesta Cirse siguió hablando— Se
supone que cada árbol y flor tiene un alma, aparte de la suya.
De repente Caperuza,
se detuvo y volteo a ver al caballero. Era guapo, le empezaba a crecer la barba
y tenía las facciones cuadradas. Sus ojos de color café, tenían algunos
destellos dorados, y su cabello negro estaba agarrado en una coleta.
Arturo, agarro su
espada sin sacarla. Siempre alerta, como un buen caballero. Inteligente, pensó
la Bruja.
—¿Qué hacemos aquí?—
inquirió el caballero de manera brusca.
—Venimos a descansar.
Yo vine a descansar, a ti te mandaron a vigilarme.
—La señora Joan solo
quiere cuidarla— aunque Cirse sabía que era una mentira, Arturo parecía estar
convencido de que decía la verdad.
—No importa, no te
debes preocupar, no te mataré. Así que relájate— Cirse se quitó su capa roja y
la acomodó en el suelo, para sentarse e invitó al caballero a compartir el
mantel improvisado—. No estoy acostumbrada a los castillos, extrañaba la
libertad que te brinda el bosque. ¿Tienes esposa?
—Sí— respondió
secamente— y prefiero no hablar de mi vida.
—Muchos árboles
llevan el alma de amantes despechadas y esposas con el corazón roto. Se supone
que las cuidan hasta que sanan y entonces las liberan para que sigan su camino.
¿Tratas bien a tu esposa?
El caballero la
volteo a ver enojado, pero Cirse utilizó su magia para que él la deseara más
que nada en este mundo y su mirada se llenó de pasión. Caperuza sabía que el
deseo en él no iba a durar mucho, por la protección que Joan le había puesto,
así que aprovecho la pequeña oportunidad y lo beso.
Arturo le respondió
el beso con una pasión inigualable, pero tras unos segundos la aventó con
furia.
—Aléjate de mí bruja.
—Parece que no la
tratas bien— dijo burlonamente Caperuza, mientras empezaba a alimentarse de la
furia del caballero.
Los árboles
comenzaron a moverse a su alrededor y las ramas se alargaron para alcanzar a
Arturo. Él trató de zafarse y cortó algunas que empezaron a sujetarlo, pero al
final quedó atrapado.
—¿Qué me haces?
—Yo nada, tú eres el
mal esposo. Las almas los saben y quieren venganza, quieren matar al amante
cruel e infiel— el caballero la vio con terror y Cirse se dio un festín con el
miedo que impregnó el ambiente.
ZAZLOVE, LA MALDITA ROJA
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Me impacta la frialdad, naturalidad e inteligencia de Cirse, ah de ser de signo escorpión
ResponderBorrarJajajaja
Jaja no lo había pensado, pero puede ser.
BorrarJajaja me encanta Cirse!
ResponderBorrarGracias :3
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