—¿Qué le hiciste a mi
guardia?— le preguntó Joan a Caperuza, justo cuando salía del cuarto que le
habían asignado para descansar.
—Nada.
—No me mientas— le
ordenó —, puedo sentir algo raro en él.
La noche anterior, después
de alimentarse con la furia y el miedo de Arturo, lo había hecho dormir para que
creyera que se quedó dormido, mientras ella oraba en medio del bosque. Según
él, todo lo que pasó había sido un terrible sueño.
—Traté de divertirme,
acostarme con él, pero estaba hechizado y me rechazó— le confesó.
—No voy a dejar que
manipules a ninguno de mis guardias— respondió tajantemente la bruja y se dio
la medio vuelta—. Después del desayuno, iremos a entrevistar al alfa. Él es uno
de los nuevos.
De acuerdo a lo que
Joan le había contado durante su desayuno, Louis había tomado el puesto de alfa
tras la muerte de su padre, así que no era un completo desconocido para la
bruja. Debí haberme puesto a investigar sobre Joan, en vez de ponerme a
jugar con Arturo, pensó Caperuza arrepentida.
Las dos brujas y el
alfa, junto a otros dos lobos, estaban sentados en la mesa del comedor de Louis.
Los cinco caballeros se encontraban esperando afuera de la casa, al igual que
tres lobos guerreros.
Cirse se encontraba
más nerviosa de lo que quería aceptar, tenía el presentimiento de que todos se
preparaban para la batalla menos ella. Entonces captó la mirada de Joan sobre
ella, era el aviso para que diera la orden.
—Louis, di la verdad
— era una simple oración de cuatro palabras, pero estaban cargadas de gran
poder. El alfa abrió los ojos y vio fijamente a Cirse, al sentir que desde ese
momento iba a perder la voluntad sobre sus palabras, pero disimuló el disgusto
y la preocupación.
—¿Desde cuando eres
alfa?— preguntó Joan, mirando fijamente al lobo a los ojos.
—Hace poco más de
seis meses.
—¿Eres leal a la
Reina Ella?
—Sí.
—¿Sabías que
Grimhilde contrató lobos para atacar a la Reina Roja?— Cirse pudo sentir los
nervios de los tres lobos.
—Sí.
—¿La ayudaste?
—No
—¿Algunos de tus
lobos la ayudaron?— el alfa volteó a ver a Cirse con una mezcla de odio y
enojo— Responde Louis.
—Sí— aceptó después
de varios segundos.
—¿No consideras eso
traición?
—Por supuesto que no,
es sólo un trabajo y la Reina Ella no está involucrada en esa guerra.
—De todos modos, ayudaron
a otra reina, le sirvieron a otro reino. Eso es traición.
Los lobos de Adriel
también fueron, pensó Cirse, mientras veía la cara de horror de Louis. La traición podía
ser castigada con la muerte y de repente entendió porque la bruja quería a
alguien que controlara los lobos. Enfrentarse a uno ya era difícil, hacerlo a
una manada completa era un suicidio.
—Dime sus nombres—
con las facciones de lobo ya al descubierto, Louis nombró a seis personas, dos
mujeres y cuatro hombres—. Quiero que los reúnas en el patio.
—No, yo soy el alfa,
castígame a mí— los otros dos lobos en la mesa, que habían estado alerta todo
el tiempo, por fin se transformaron en animal y se pusieron en guardia.
—Cirse, ordenarles
que se sienten— dijo la bruja sin voltear a ver a Caperuza y ella obedeció—.
Ahora dile al alfa que mande a llamar a los traidores— nuevamente hizo lo
que Joan le pedía y Louis obedeció la orden.
Los cinco caballeros
reunieron a los seis lobos en una pequeña plaza que había en el centro de la
aldea, sin embargo, quien los mantenía sujetos y quietos era Joan, lo cual era
una proeza.
Entre más tiempo
pasaba, algunos lobos de la manada se empezaron a reunir para ver que era lo
que.
—Dile a tus lobos que
se calmen— le dijo Joan a Louis, sin embargo, al notar que el alfa no le hacía
caso continuó— o le digo a ella que lo haga.
—Calmados, no pasa
nada malo— dijo Louis, parado atrás de la fila que formaban los seis lobos. Después
de unos segundos de calma, Arturo se situó en el centro de toda aquella escena
y les habló a los lobos que se habían reunido ahí.
—Estos lobos han sido
acusados de traición, por apoyar al Reino de la Nieves en un ataque contra el
Reino de las Maravillas. Así que hoy serán castigados en nombre de la Reina
Ella, ya que pusieron en peligró la seguridad de nuestra gente.
Los presentes se
pusieron en guardia y algunos trataron de atacar a los guardias, pero Cirse
sintió como Joan formó una barrera que los separó de los lobos que habían
llegado por curiosidad. La protección y los seis lobos presos, Joan está
usando demasiada magia, pensó.
—Cirse— le habló la
bruja— ordenarles que se calmen—. ¿Tan rápido llegó a su límite? ¿O sólo no
quiere sobre esforzarse?, pensó Caperuza mientras la veía fijamente—.
Ahora.
—No— respondió
secamente y Joan mostró una gran incredulidad por unos segundos—. Me dijiste,
explícitamente, que mi tarea era decir que los alfas te dijeran la verdad. Lo
hice y me mostré bondadosa, porque también les ordené a unos lobos que se sentaran y a Louis que te dijera unos
nombres, pero la caridad se acabó. Así que ya es tu problema.
—También te mataran a
ti.
—Sólo tengo que ordenarles que no me maten a mí— dijo burlonamente Cirse—. Tú mejor que nadie sabe que las
brujas no hacemos nada gratis. ¿Qué me vas a dar a cambio?
—Yo te ofrezco oro o
protección— interrumpió el alfa, con toda la calma que pudo.
—¡Cállate lobo!—
gritó Arturo, acercándose a ella— ¡Maldita bruja!
—Protección me parece
bien— dijo Caperuza y Louis saltó para protegerla del guardia— Arturo eres un
miedoso, mejor evítate una vergüenza.
—Igual de tramposa
que tu madre— interrumpió Joan—. Está bien tú ganas, no más órdenes a estos los
lobos, pero aún faltan tres alfas.
—Louis puedes por
favor calmar a tus lobos— el alfa le hizo caso, aunque esta vez no usó su don—.
Creo que el perdón o un castigo leve sería lo correcto para estos seis lobos.
—Estoy de acuerdo—
dijo Joan y se oyó un crujido que dejó en silencio a todos, la bruja rompió los
huesos de los brazos de los seis lobos—. Todos los traidores deben ser
castigados.
Malditas brujas
buenas, con ellas todo es blanco o negro, pensó furiosa Caperuza.
ZAZLOVE, LA MALDITA ROJA
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