Es como cuando te
encabronas, por un segundo te imaginas estrellar tu puño en la cara de otro,
aventarlo a las vías del tren o hacerlo llorar hasta que sus ojos exploten. Es
algo así, pero más íntimo, es algo que hace explotar tu entrepierna en un
segundo.
Él la ve al otro lado
del bar escogiendo una mesa. No pudo ver bien sus facciones, ni su modo
caminar, mucho menos si iba acompañada. Solo vio su escote, aquel pedazo de
piel que quedaba al descubierto entre sus pechos y el inicio de cada uno de
ellos; para después vislumbrar sus ojos verdes, que lo miraban.
No tardó ni medio
segundo en recorrer el camino de sus senos hasta sus ojos, pero fue el tiempo
suficiente para imaginarla sobre el lavamanos del baño, para pensarla con la
blusa y la falta en la cintura; para sentir la textura de sus pezones en su
boca, sus uñas clavadas en su espalda y oír su voz gimiendo por más.
Un segundo y él ya la
sentía vibrando su pene, su entrepierna deseando por explotar el interior de aquella
mujer al otro lado del bar.
Ella captó la mirada
hambrienta de él desde el otro lado del bar, unos ojos prometiendo que no
saldría del lugar siendo la misma que entró. No vio que tan alto era, ni
siquiera vio cómo iba vestido. Sólo captó esa mirada fija en sus senos y la
barba que decoraba su rostro.
Sintió su deseo
mientras su mirada recorría su cuello, su boca, hasta llegar a sus ojos y justo
eso encendió su propio deseo.
Requirió menos de un
segundo para necesitar esa barba raspando el interior de sus muslos, mientras
su lengua exploraba la parte más íntima de su cuerpo; para querer sentir sus
manos despojándola de su ropa; para querer tomar su pene y guiarlo a su
interior, mientras le mordía su cuello.
Un segundo y ella ya
lo sentía en su interior, mientras su cuerpo se contrae de placer.
Es como cuando te
encabronas, pero algo más íntimo, algo que te hace levantarte de tu asiento y
correr al baño, deseando que la persona al otro lado del bar haga lo mismo.
ZASLOVE, LA MALDITA ROJA
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