Caperuza y el Lobo - VEINTIDOS - Zaslove, La Maldita Roja

lunes, 27 de mayo de 2019

Caperuza y el Lobo - VEINTIDOS


Adriel salió de la casa Myrcella para enfrentarse al alfa de su manada, Gailan, quien era un lobo mayor, casi anciano.

Gailan era conocido por dos cosas, la primera era por matar sin piedad a cualquier humano o ser mágico que amenazar a su manada y por ser la antigua mano derecha del papá de Adriel, Sathiel.

El Lobo respetaba al actual alfa, ya que nunca lo había tratado mal, a pesar de los pecados de su padre, por eso se sentía un poco culpable por querer arrebatarle el mando de la manada.

—Acabemos con esto— dijo Sathiel en cuanto miró a Adriel.

Ambos estaban en medio de un gran salón, en el que se había dispuesto de un círculo de piedras, para el combate. Alrededor estaban 60 lobos quienes se disponían a ver la pelea.

Debido a que no era un reto a muerte, quien sacará a su contrincante del círculo o lo noqueará sería el ganador. Adriel tenía toda la confianza en ganar la pelea, sin embargo, no se tomaba a la ligera a su contrincante, ya que Gailan era un formidable guerrero e iba hacer que demostrara que realmente merecía ser el alfa de la manada.

—¿Quieres ser el alfa muchacho? Tendrás que ganarte el mando con sangre— gritó mientras varios espectadores, en su forma de lobo aullaron y después se transformó en un gran lobo de color café y de ojos amarillos. Inmediatamente, se lanzó en contra de una de las piernas de Adriel, pero el joven lo esquivo fácilmente.

—Eres lento, Gailan — se burló y se transformó en lobo.

Los dos se lanzaron el uno contra el otro, para sorpresa del Adriel el alfa logró morder una de sus patas, sintió como sus dientes atravesaron su piel y su pelaje se tiñó de sangre.

—¿Así quieres que te deje mi manada a mi gente?

El Lobo se repuso y justo cuando Gailan terminó de hablar, él ya estaba de nuevo listo para atacar. Esta vez no dejó que el alfa lo hiriera y lo atacó justo en el cuello, un zarpazo limpio y lo suficientemente profundo para que la victoria fuera suya por rendición de su oponente.

Sin embargo, Gailan no se rindió, en cambio lo atacó una y otra vez hasta que lo puso al borde del círculo. Por un momento, Adriel sintió que estaba todo perdido, pero se transformó en humano y pateó al alfa. Convirtiéndose nuevamente en lobo tomó a su oponente del lomo y lo arrastró, hasta que la piel se desgarró.

Dejó que el alfa se pusiera de pie nuevamente, sabía que la pérdida de sangre y el dolor harían que todo le costará el doble de esfuerzo, por lo que no perdió ni un momento y lo aventó con toda su fuerza, logrando sacarlo del círculo.

Tras unos segundos, todos los presentes se transformaron en lobo e inclinaron su cabeza en muestra de sumisión, incluido Gailan, quien recibió la ayuda de otro lobo, ya que la pérdida de sangre lo afectaba demasiado.

Lo logré, pensó Adriel y aulló a la Luna, los lobos se unieron.

Al salir de la estancia en su forma humana, lo primero que hizo Adriel fue llamar a Yul y le ordenó hacer un juramento de sangre para que jamás pudiera contar nada sobre Cirse.

—¿De verdad? Haces todo esto por ella— preguntó Yul enojado.

—Deja de cuestionar lo que hago, eres mi hermano, pero ya no te lo voy a permitir.

Yul hizo el juramento y Adriel fue a casa de Gailan, para darle las gracias por el combate y por cuidar de la manada, aunque todo lo que quería era irse a descansar y curar sus heridas.

Cuando llegó, Gailan estaba en compañía de su esposa, Linda, quien provenía de otra manada de lobos y su sobrina Mar.

—¡Basta!— le dijo el viejo lobo— No somos mujercitas, para andarnos agradeciendo, cada uno hizo lo que tuvo que hacer. Supongo que querrás la casa— dijo mientras su esposa le untaba un ungüento en las heridas.

Gailan se refería a la casa en la que habitaban él y su familia, era la más gran de la aldea y pertenecía al alfa por derecho.

—No, yo no tengo familia, me iría mejor con una cabaña simple.

—Aún te puedes casar con mi sobrina y empezó esa familia.

—Tío, él ya dijo que no…— replicó Mar, quien agachó la mirada tristemente.

—Galiel, quiero que seas mi mano derecha, me ayudes y me enseñes a ser un buen alfa— interrumpió Adriel, para cambiar de tema.

—Casi me matas, pero ahora me dejas la casa y me pides que sea tu mano derecha— dijo burlonamente.

—Te pudiste rendir.

—¡Jamás! Por supuesto, que te apoyare y te enseñaré todo lo que sé, pero dentro de unas semanas cuando todas mis heridas sanen.

Adriel se despidió cortésmente y se dirigió a casa de su tía, para descansar, cuando se dio cuenta de la estupidez que había hecho. Ahora que era el alfa de su manada no podría ir libremente a ver Cirse y menos durante las primeras semanas o meses, en los que tenía que reafirmar su mandato y acoplarse a su nueva vida. El pánico y la furia se apoderaron de él. ¿Cómo voy a estar en contacto con ella?

ZASLOVE, LA MALDITA ROJA
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