Caperuza y el Lobo - VEINTITRES - Zaslove, La Maldita Roja

martes, 28 de mayo de 2019

Caperuza y el Lobo - VEINTITRES




Su vida se había convertido en un caos desde que Adriel había salido de su casa, sólo habían pasado unos días, pero Cirse sentía que era una eternidad.

A veces se sentía culpable por presionarlo con el tema de Yul y todo lo que quería era buscarlo para pedirle perdón. Sin embargo, los trabajos que le encargaban la entretenían, sobre todo porque en varias ocasiones había tenido que hacer las cosas dos o más veces, debido a que nada le salía a la primera.

Mientras veía a una mujer morir a su lado, se dio cuenta del desastre que era, este era su segundo sacrificio del día y también era la segunda vez que lo arruinaba, tenía que sacar el corazón intacto de su víctima, pero otra vez lo había dañado con su cuchillo.

Sentada a mitad del bosque, con las manos llenas de sangre y el cuerpo de una joven muerta a su lado, se sintió impotente y enojada. Ese estúpido Lobo sólo ha traído desgracia a mi vida, ahora no soy capaz de matar a alguien correctamente, pensó, mientras las lágrimas comenzaban a salir de sus ojos.

Caperuza se sentía derrota y se culpaba por haberse enamorado de un simple animal, a mí que soy una poderosa bruja, me derrotó un maldito lobo.

Tras unos momentos, cansada de autocompadecerse, se limpió las lágrimas y se acercó a la pobre mujer muerta a su lado. Tal vez su corazón ya no le servía, pero aún había partes de su cuerpo que la ayudarían. Le quitó los pulmones, los ojos y rellenó varios frascos con su sangre, después quemó lo que quedaba y se fue a casa.

Cuando llegó vio una silueta masculina en la entrada, por un momento su corazón se detuvo al pensar que era Adriel, pero sólo era Lomelí, que la esperaba con su enorme sonrisa blanca.

—¿Qué haces aquí?

—Vine a verte, la Reina Roja nos mandó a espiar el Reino de Cenicienta, cree que Ella está teniendo tratos con Blancanieves o su madrastra.

—La santurrona de nuestra reina no se envolvería con la robamaridos de Grimhilde o la cruel de Roja.  

—Te ves cansada— le dijo Lomelí mientras la ayudaba a cargar los sacos que Cirse cargaba y entraban juntos a su casa—. ¿Qué pasó con el lobo ese?

—No he dormido bien y no sé, hace días que no lo veo.

—¿Estás triste?

—Sí, así que no va a pasar nada entre tu y yo.

—Me ofendes— replicó el caballero, mientras puso una mano en su pecho—. Yo solo vine a visitar a una amiga.

Caperuza se le quedo viendo un momento, conocía bien a Lomelí y nunca la visitaba a menos de que quisiera algo a cambio, si no quería sexo, había venido por algo más.

—¿Qué es lo que quieres Lomelí?

—Bueno— dijo tras unos segundos de silencio—, quisiera algo para poder escuchar y ver mejor, haría más fácil mi trabajo de caballero espía.

—¿Y con qué pretendes pagar?

—¿Qué es lo que quiere mi brujita favorita?

Cirse se quedó callada y empezó a sacar los pulmones y los ojos de la joven, así como los frascos con sangre, y los guardó en las estanterías y en el refrigerador. Ya sabía lo que pediría de pago, pero la inquietud y el asco que sentía Lomelí la estaban alimentando.

—Quiero— dijo mientras volteaba a ver al caballero— un ramo de flores, de las que crecen en el Reino de las Maravillas, de las que hablan.

—No hablan, sólo repiten lo que escuchan. La próxima vez que venga te las traigo.

—Sobre eso, estaba pensando en mudarme al Reino de Blancanieves, al Bosque de Blair.

La bruja llevaba mucho tiempo pensando en mudarse a casa de sus padres, pero no se había atrevido, aunque en ese momento con todo lo que pasaba con Adriel le parecía una buena idea.

—¿Cómo te encontrare?

—Lo harás… sólo pregunta por las brujas del bosque, no somos muchas— Caperuza le dio un bote con un elixir morado—. Está hecho con orejas y ojos de lobo, con un trago podrás oír y ver mejor que cualquier otro humano, el efecto durará un par de horas.

En cuanto Lomelí abandonó su casa, Cirse se sintió completamente sola, realmente no quería irse, al menos no sin despedirse del Lobo. Se puso su capa roja y salió, decidió ir a casa de Adriel cuando lo vio saliendo de entre unos arbustos en su forma animal.

—¿Qué haces ahí?

—Veía lo que pasaba entre tú y ese caballero. Tienes razón los lobos tenemos un buen oído— dijo acercándose a ella—. ¿A dónde vas?

—Iba a dar una vuelta— mintió. No quería demostrarle alguna debilidad por él.

—Mentirosa. Huelo las mentiras— ella no sabía porque, pero el Lobo le parecía más amenazador de lo normal, como si estuviera a punto de atacar, así que instintivamente dio unos pasos atrás— ¿Por qué me tienes miedo? ¿Crees que sería capaz de lastimarte?

—No lo sé— respondió, pero quería decir sí y Adriel lo supo. Por un momento Cirse vio dolor en los ojos del Lobo y se alimentó de la emoción, sin quererlo.

ZAZLOVE, LA MALDITA ROJA
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