Caperuza y el Lobo - VEINTICUATRO - Zaslove, La Maldita Roja

viernes, 31 de mayo de 2019

Caperuza y el Lobo - VEINTICUATRO




—No te puedes ir al Bosque de Blair— dijo Adriel, quien no podía creer que después de todo lo que había hecho por Cirse se fuera a ir como si él no existiera.

—Puedo hacer lo que quiera, igual que tú. Aparte todavía no es seguro, sólo es una posibilidad— Caperuza se sentó en su sala, mientras el Lobo se quedó de pie a mitad de la habitación. Adriel la veía con dolor, él la necesitaba a su lado.

—Ya soy el alfa de la manada— le contó el Lobo y Cirse lo volteó a ver con sorpresa. Se levantó para abrazarlo.

—¡Felicidades!— le dijo con una gran sonrisa en la cara— ¿Cómo fue? ¿Ahora qué harás?— preguntó Caperuza y trató de separarse de él, pero Adriel no la soltó.

—Dirigir la manada, cuidarla, darle sustento y todo eso. Ahora son mi responsabilidad.

—Siempre los cuidaste.

—Pero ahora es oficial.

Aprovechando la cercanía, el Lobo besó a Caperuza y la levantó del suelo. De inmediato ella enredó sus piernas en su cadera. Él quería besar y disfrutar cada parte de su cuerpo con paciencia, pero antes debía estar dentro de Cirse, le urgía estar de nuevo en su interior. La llevó hasta la mesa de la cocina mientras disfrutaba del sabor de su boca y de su cuello, y ahí la sentó.

Adriel vio a los ojos a Cirse, que al igual que los de él reflejaban puro deseo, y observó como ella misma subía su vestido, para dejar al descubierto sus largas piernas y su sexo.

—Por favor— susurró ella y él entró de golpe en su interior.

—Te extrañe mucho— le dijo al oído mientras entraba y salía de ella.

Justo antes de que ambos llegarán al orgasmo, el Lobo sacó sus colmillos y mordió a Caperuza en el cuello y sintió como las uñas de ella se clavaban profundamente en su espalda.

Cuando el clímax paso, Adriel vio la sangre recorrer el vestido de Cirse y olió la sorpresa que emanaba de ella. La quiso ver a los ojos, pero ella lo aventó y corrió al baño. La alcanzó y la vio inspeccionando su herida en un espejo.

—Me marcaste— lo acusó ella. Entre los hombres lobo existía la costumbre de marcar a su pareja, para reclamar como suya, pero también para saber si estaba en peligro o si necesitaba ayuda.

—Sí— respondió él, sin ningún tipo de culpa.

—No soy de tu propiedad.

—Eres mía.

Ella lo volteó a ver incrédula, no quería creer que realmente él la hubiera marcado sin su consentimiento.

—Siéntate— le ordenó ella y Adriel se sentó en el suelo como un animal—. Yo nunca te he tratado con un animal, pero tú me acabas de tratar así.

—No lo hice por eso— se excusó el Lobo, furioso por estar en esa posición.

—¿Entonces?— gritó furiosa Cirse, mientras lo aventaba contra la pared con su magia— Por ninguna razón, tenías el derecho de hacerme esto.

—¡No vamos a poder estar juntos!— dijo el Lobo, para después de caer al suelo. Adriel vio la mirada de tristeza en la pequeña bruja— Tengo que estar con mi manada y necesito tiempo para acoplarme, no voy a poder cuidarte y la marca me dejara saber si estás bien. Pero después…

—¿Quieres que te espere?— preguntó incrédula.

—Sí— dijo él mientras se acercaba para tener algún contacto con ella, pero Cirse lo evadió—. Sólo será un tiempo y luego podremos estar juntos.

—¿Cuánto tiempo? ¿Una semana? ¿Dos semanas? ¿Un año?

—No lo sé, pero nos podremos ver de vez en cuando.

—Tú manada está lejos de aquí.

—Y más lejos de Blair, en un tiempo podrías mudarte más cerca de mi manada.

—Vas a estar lejos de mí...— susurró Cirse y el Adriel olió miedo en ella.

—Sólo un tiempo.

—No te puedo esperar— dijo Caperuza y se alejó del Lobo.

ZAZLOVE, LA MALDITA ROJA
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