Caperuza y el Lobo - TRES - Zaslove, La Maldita Roja

jueves, 2 de mayo de 2019

Caperuza y el Lobo - TRES





Caperuza no era la mujer más atractiva que el Lobo había visto, pero lo había provocado en la tarde y nadie se iba intacto después de hacerlo.

No obstante, sí había algo en ella que lo atraía, no sabía si era su piel blanca o sus ojos casi negros, que combinaban perfectamente con su larga cabellera del mismo color, aunque estaba casi seguro de que era su expresivo rostro.

Caperuza tenía facciones finas que le daban un toque inocente, aspecto que era resaltado por las pecas que adornaban sus mejillas, pero al mismo tiempo sus ojos y su sonrisa pícara parecía que te invitaban a quitarle dicha inocencia y enseñarle lo que era placer.

Tras besarla y tomarla entre sus brazos, la llevó cargando hasta un árbol y se pegó más a ella, con la intención de que notara la erección que tenía. Para placer del Lobo, ella soltó un pequeño gemido y con sus piernas trató de acercarlo, para frotarse contra él.

Adriel abandonó un momento la boca de su presa y comenzó a besar su cuello, mientras que con una de sus manos empezó a acariciar el pecho de la inocente Caperuza, hasta que con sus dedos pellizcó su pezón a través de la delgada tela de su ropa, provocando que ella arqueara la espalda.

Para su sorpresa, Cirse desenredo sus piernas y lo aventó un poco, para poder regresar al suelo. Sin embargo, él no estaba dispuesto a dejar ir a su presa y con una de sus manos tomó su barbilla, para que lo viera directamente a los ojos.

—¿Asustada?— la cuestionó y trató de volver a besarla, pero ella lo evitó.

—¿Del lobo feroz? No. Me asusta morir ahorcada por mi propia capa.

Desató el nudo que ataba su capa roja oscura y la dejó caer al suelo, el Lobo pudo ver con detalle el vestido negro que usaba, era largo y ceñido al abdomen como el de todas las mujeres, pero el escote dejaba ver la mitad de su senos y llevaba los hombros descubiertos.

—¿Qué? Tenía una cita…— mintió nerviosa, por la intensa mirada del Lobo.

Adriel la tomó por el cuello y la aventó nuevamente contra el árbol, para darle otro beso y comenzar a levantarle el vestido.

—No vas a llegar.

—Ojalá que valga la pena.

Sin perder el tiempo, el hombre lobo le quitó el vestido y descubrió que no traía ropa interior. La visión de ella totalmente desnuda, vulnerable y descarada al mismo tiempo, hizo que su parte animal quisiera tomar el control.

Respiró profundamente mientras veía como Cirse metía dos de sus dedos a su boca y los bajaba rozando su propio cuerpo hasta llegar a su sexo, donde los introdujo.

Caperuza notó la tensión de Adriel y le dieron ganas de probar un poco su límite, así que tras meter sus dedos en su interior los llevó a la boca del Lobo y le dijo:

—Pruébame.

Él la tomó por la muñeca y chupo sus dedos, para luego bajar hasta sus senos y sin ninguna delicadeza empezar a morderlos. Nadie le daba órdenes sin recibir un castigo, aunque en esta ocasión era placentero.

Ella comenzó a gemir y arqueo la espalda para invitarlo a seguir, pero no aguanto mucho y lo alejó para poder desvestirlo, le urgía sentir su piel contra la de ella. Primero le levantó la camisa y mientras él terminaba de quitársela, ella siguió la línea de vellos que formaban un camino hasta su pantalón.

Por su parte, Adriel vio como la pequeña bruja se arrodillaba frente a él y bajaba su pantalón, no era la primera vez que una mujer lo hacía, pero esa cara de inocencia, lo volvía loco.

Vio con atención cómo tomó su pene y lo metió en su boca, lo que provocó que el Lobo por puro instinto agarrara la cabeza de Caperuza, para marcar el ritmo de la felación, al tiempo que trataba de entrar cada vez más profundo.

—Basta— gruñó él y Cirse lo volteó a ver con ojos llenos de deseo—, te quiero ver en cuatro.

Ella se levantó y rodeando su cuello con sus brazos le contestó:

—No, yo quiero que me cargues— y le comenzó a dar pequeñas mordidas en el cuello.

El Lobo la levantó y la recargó contra un árbol, acomodó su pene justo en la entrada de ella y de golpe lo metió, provocando que el interior de Caperuza se contrajera con fuerza alrededor de él.

—¿Así?— le preguntó antes de besar su cuello y continuar disfrutando de ella.

—Sí…

Cirse llegó al orgasmo, en cuanto Adriel metió una de sus manos entre ellos para estimular su clítoris y le enterró sus uñas en la espalda, mientras trataba de acercarlo más a ella, para extender del momento.

En cuanto el orgasmo pasó y Caperuza se relajó, el Lobo sacó su mano y se concentró en entrar lo más profundo que podía, dejando que su instinto tomará el control y terminó dentro de ella.


ZASLOVE, LA MALDITA ROJA
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