Caperuza no era la mujer más atractiva que el Lobo había
visto, pero lo había provocado en la tarde y nadie se iba intacto después de
hacerlo.
No obstante, sí había algo en ella que lo atraía, no sabía
si era su piel blanca o sus ojos casi negros, que combinaban perfectamente con
su larga cabellera del mismo color, aunque estaba casi seguro de que era su expresivo
rostro.
Caperuza tenía facciones finas que le daban un toque
inocente, aspecto que era resaltado por las pecas que adornaban sus mejillas, pero
al mismo tiempo sus ojos y su sonrisa pícara parecía que te invitaban a
quitarle dicha inocencia y enseñarle lo que era placer.
Tras besarla y tomarla entre sus brazos, la llevó cargando
hasta un árbol y se pegó más a ella, con la intención de que notara la erección
que tenía. Para placer del Lobo, ella soltó un pequeño gemido y con sus piernas
trató de acercarlo, para frotarse contra él.
Adriel abandonó un momento la boca de su presa y comenzó a
besar su cuello, mientras que con una de sus manos empezó a acariciar el pecho
de la inocente Caperuza, hasta que con sus dedos pellizcó su pezón a través de
la delgada tela de su ropa, provocando que ella arqueara la espalda.
Para su sorpresa, Cirse desenredo sus piernas y lo aventó un
poco, para poder regresar al suelo. Sin embargo, él no estaba dispuesto a dejar
ir a su presa y con una de sus manos tomó su barbilla, para que lo viera
directamente a los ojos.
—¿Asustada?— la cuestionó y trató de volver a besarla, pero
ella lo evitó.
—¿Del lobo feroz? No. Me asusta morir ahorcada por mi propia
capa.
Desató el nudo que ataba su capa roja oscura y la dejó caer
al suelo, el Lobo pudo ver con detalle el vestido negro que usaba, era largo y
ceñido al abdomen como el de todas las mujeres, pero el escote dejaba ver la
mitad de su senos y llevaba los hombros descubiertos.
—¿Qué? Tenía una cita…— mintió nerviosa, por la intensa
mirada del Lobo.
Adriel la tomó por el cuello y la aventó nuevamente contra
el árbol, para darle otro beso y comenzar a levantarle el vestido.
—No vas a llegar.
—Ojalá que valga la pena.
Sin perder el tiempo, el hombre lobo le quitó el vestido y
descubrió que no traía ropa interior. La visión de ella totalmente desnuda,
vulnerable y descarada al mismo tiempo, hizo que su parte animal quisiera tomar
el control.
Respiró profundamente mientras veía como Cirse metía dos de
sus dedos a su boca y los bajaba rozando su propio cuerpo hasta llegar a su
sexo, donde los introdujo.
Caperuza notó la tensión de Adriel y le dieron ganas de
probar un poco su límite, así que tras meter sus dedos en su interior los llevó
a la boca del Lobo y le dijo:
—Pruébame.
Él la tomó por la muñeca y chupo sus dedos, para luego bajar
hasta sus senos y sin ninguna delicadeza empezar a morderlos. Nadie le daba
órdenes sin recibir un castigo, aunque en esta ocasión era placentero.
Ella comenzó a gemir y arqueo la espalda para invitarlo a
seguir, pero no aguanto mucho y lo alejó para poder desvestirlo, le urgía
sentir su piel contra la de ella. Primero le levantó la camisa y mientras él
terminaba de quitársela, ella siguió la línea de vellos que formaban un camino
hasta su pantalón.
Por su parte, Adriel vio como la pequeña bruja se
arrodillaba frente a él y bajaba su pantalón, no era la primera vez que una
mujer lo hacía, pero esa cara de inocencia, lo volvía loco.
Vio con atención cómo tomó su pene y lo metió en su boca, lo
que provocó que el Lobo por puro instinto agarrara la cabeza de Caperuza, para
marcar el ritmo de la felación, al tiempo que trataba de entrar cada vez más
profundo.
—Basta— gruñó él y Cirse lo volteó a ver con ojos llenos de
deseo—, te quiero ver en cuatro.
Ella se levantó y rodeando su cuello con sus brazos le
contestó:
—No, yo quiero que me cargues— y le comenzó a dar pequeñas
mordidas en el cuello.
El Lobo la levantó y la recargó contra un árbol, acomodó su
pene justo en la entrada de ella y de golpe lo metió, provocando que el
interior de Caperuza se contrajera con fuerza alrededor de él.
—¿Así?— le preguntó antes de besar su cuello y continuar
disfrutando de ella.
—Sí…
Cirse llegó al orgasmo, en cuanto Adriel metió una de sus
manos entre ellos para estimular su clítoris y le enterró sus uñas en la
espalda, mientras trataba de acercarlo más a ella, para extender del momento.
En cuanto el orgasmo pasó y Caperuza se relajó, el Lobo sacó
su mano y se concentró en entrar lo más profundo que podía, dejando que su
instinto tomará el control y terminó dentro de ella.
ZASLOVE, LA MALDITA ROJA
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