Caperuza y el Lobo - DOS - Zaslove, La Maldita Roja

miércoles, 1 de mayo de 2019

Caperuza y el Lobo - DOS




Esa noche Caperuza llegó antes que Adriel, así que se sentó en la tierra y se recargó en el árbol del que se había colgado horas antes. Siempre había preferido salir de noche, cuando la gente dormía y no tenía que fingir una sonrisa para alguien más.

La Luna era llena, se veía totalmente blanca y brillaba con gran intensidad, rodeada de miles de estrellas. Era un buen momento para usar magia, sin embargo, era mucho mejor para un hombre lobo. No debí hacer ningún trató hoy, si él se queda con hambre me podría convertir en parte de su cena, pensó Cirse.

Tras meditar un momento, se levantó y fue a ver a la víctima que llevó, era una joven hermosa y virginal, con un largo y sedoso cabello rubio cayéndole sobre los hombros y un vestido blanco que no dejaba nada a la imaginación, ya que se ceñía a su cuerpo.

La pobre chica dormía profundamente gracias a la magia de Cirse y era totalmente inconsciente de su terrible futuro. Casi parecía la hermosa princesa de una historia, la cual necesitaba ser rescatada por un valiente caballero de la bruja malvada.

—Lástima que nadie vendrá a rescatarte— susurró

—Yo podría rescatarla— dijo Adriel al oído de Cirse

—Sería un terrible desperdicio— contestó ella sin inmutarse por la cercanía del Lobo—, pero es tuya, así que es tu decisión.

Él caminó y se acuclilló cerca de la mujer, con un dedo rozó el contorno de su cara, mientras contenía la respiración; ella le pareció profundamente hermosa y apetecible de varias maneras.

—Si tratas de irte en silencio, estás haciendo mucho ruido— expresó el hombre lobo mientras se ponía de pie y se daba la vuelta.

—No trato de irme, pero verte comer o tener sexo, es algo prefiero evitar.

Esa fue la primera vez que Cirse pudo ver a Adriel de frente, sin estar distraída por fracasar en cazarlo o por descubrir que era un hombre lobo. Él era mucho más alto que ella, al menos una cabeza, y más viejo o al menos ese aspecto le daba su cabello que era más blanco que negro, al igual que su tupida barba, sin embargo, sus cejas negras y sus ojos azules eran de alguien joven.

Durante su primer encuentro ella ya había notado y sentido que su cuerpo era musculoso, definitivamente no era el de un hombre mayor, aunque eso podría ser porque él también era un lobo. Que mal que esta vez se encuentre vestido, se dijo Caperuza mientras veía los pantalones sueltos que traía y su camisa de tela blanca, parecida a la que usaban los campesinos del pueblo.

—No voy a hacer nada aún…

—¿Cuantos años tienes?— interrumpió ella— Lo pregunto por tus canas.

—Las canas son porque soy un lobo blanco.

Eso era cierto, era un lobo totalmente blanco, grande y muy hermoso; la primera vez que lo vio, Cirse pensó que tal vez podía quedárselo como mascota, en vez de matarlo y usarlo para algún ritual.

Sin darle más importancia al asunto, se acomodó su capa y dispuso irse a su hogar, una pequeña cabaña al otro lado del bosque.

—Bueno te veo mañana aquí, para el segundo pago.

Caperuza empezó a irse cuando el Lobo la jaló del brazo y la beso con mucha pasión, pegándola totalmente a su cuerpo y tomándola con firmeza de la cintura. 

—Me dejaste con hambre— dijo él con voz entrecortada.

Por un momento, Cirse creyó que la iba a atacar y se puso rígida, lista para defenderse, pero cuando él la tomó de su trasero y la cargó, ella se relajó y enredó sus piernas en las caderas de él. Nunca antes había probado a un hombre lobo.

Zaslove, La Maldita Roja

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