El día que Adriel fue
a casa de Caperuza, la encontró con los ojos hinchado por llorar y el cabello
alborotado. Se veía profundamente afectada, tan diferente a como lucía siempre,
que el Lobo no supo qué hacer y ella aprovechó el momento, para salir corriendo
a su habitación y le gritó que esperara en la sala.
Mientras esperaba, el
Lobo utilizó todas sus habilidades para saber qué le había pasado a Cirse, sin
embargo, sólo captó un olor a tristeza de ella. Cuando ella salió de su
habitación y se sentó junto a él, todo rastro de llanto o malos sentimientos
habían desaparecido.
—¿Por qué llorabas?
—Una noticia triste
de mi tía— tiempo después Cirse le confesaría que lloraba porque no le gustaba
amarlo—, pero ya estoy bien sólo me entro el sentimiento y cuando empiezo a
llorar ya no puedo parar.
El Lobo la besó
tiernamente y luego la abrazo, sospechó que mentía, pero no quería exigirle la
verdad.
—Perdón por llegar
tan tarde…
—Adriel— Caperuza lo
interrumpió y se le quedo viendo fijamente— tengo unas cosas que decirte y no
sé si te van a gustar. ¡Voy por té!
Él pudo percibir que
la pequeña bruja estaba muy nerviosa y se preguntó cómo alguien podía pasar por
dos emociones tan rápidamente, pero la siguió hasta la cocina sin decir nada.
—¿Has estado en el
Reino de las Maravillas? Yo sí. Una vez tomé té con la Liebre y el
Sombrerero— comenzó a
contar Cirse, de manera rápida y sin pausas—. Tienen una obsesión con el té,
pero en realidad si sabes preparar una buena infusión puedes lograr muchas
cosas. A mí me gusta el de lavanda, te relaja…
Abrumado por escucharla
y sabiendo que sólo estaba evitando de decirle algo, Adriel se levantó y la
beso nuevamente, por un largo rato.
—¿Qué me querías
decir?— preguntó sin soltarla de los hombros y viéndola fijamente a los ojos,
sin embargo, ella agachó la cabeza y evitó su mirada.
—Es que... creo que
te amo.
Por un momento el
Lobo no supo qué decir, así que la abrazó fuertemente y le dio un beso en la
cabeza.
—Pero si tú no lo
haces, mejor vete— Adriel no podía creer que después de una declaración de
amor, lo corriera fríamente.
—Por supuesto que lo
hago, siempre te lo digo, pero tú eres muy distraída o no me oyes.
Eso era cierto, en
cada oportunidad que tenía el Lobo le murmuraba te amo, hasta ese momento había
sido incapaz de decirlo en voz alta.
Muchas veces Cirse le
preguntó qué decía entre dientes, pero él nunca le respondía y ella se olvidaba
del asunto, pensaba que sólo lo hacía para hacerla enojar.
Sorpresivamente,
Caperuza se separó de él y se dispuso a terminar de preparar las bebidas, sin
embargo, prefirió abandonar la tarea y sacó dos tarros con hidromiel.
—Siéntate, es que
todavía no te cuento todo lo que te quería decir— dijo y Adriel la obedeció.
—¿Qué más tienes que
decirme?
—¿Te acuerdas que
dijiste que no te ocultará nada? Bueno, pues la Bruja Verde es mi tía y mi
abuela es la Bruja Blanca del Bosque, a la que querían matar Hanzel y Grettel.
Totalmente
sorprendido Adriel tomó un trago de su bebida, Cirse no sólo era poderosa, si
no tenía familiares conocidos por su poder y maldad.
—¿Tu mamá?
—¿Has oído de Elly?
—¿La del bosque
Blair?
—Sí, pero ella no
mató a los niños, no sin una buena razón. Ahora está muerta, pero sólo quería
salvar a mi papá y pensó… al final los dos se condenaron.
El Lobo notó la
vergüenza y la tristeza que se apoderó de ella, así que la tomó de la mano y le
sonrió, y aunque estaba muy sorprendido trató de lucir tranquilo.
—No eres como ella.
—Espero que no.
Para calmar a Cirse,
el Lobo le contó la historia de su familia, ya que él luchaba todo el tiempo
para no ser como su padre, quien había llevado a su manada a una guerra sólo
por dinero.
En la batalla
murieron más de la mitad de los lobos, incluida su madre y de cierta manera
también había perdido a su padre, ya que tras perder desapareció. Hace años que
no sabía nada de él.
Todos pensaron que
tomaría el mando de su gente, era su oportunidad y su herencia, pero la mitad
de la manada aún le guardaba rencor, por eso se había convertido en un lobo
solitario, aunque seguía protegiéndolos y ayudándolos desde la lejanía.
Al terminar el
relato, Caperuza ya estaba más tranquila y le sonrió, mientras que el Lobo se
sintió en casa. Pero no lo es, se recordó.
—No le cuentes a
nadie, por favor— le pidió ella.
—No te preocupes.
Pasaron la noche
haciendo el amor, de la forma más dulce y tierna que pudieron, sin embargo, en
la mañana tuvieron que despedirse nuevamente con la promesa de que por la noche
el Lobo volvería a la casa de Caperuza. Pero él no hizo.
ZASLOVE, LA MALDITA ROJA
Derechos Reservados
Wow me gusta la manera en que se va dando tu historia eres una increíble escritora! 👏
ResponderBorrarOw, me esfuerzo mucho de verdad y me encanta que este dando frutos. ¡Mil gracias!
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