El Lobo comenzó a visitar a Caperuza, al principio lo hacía de manera esporádica y en diferentes horarios, generalmente tenían sexo, pero otras veces simplemente hablaban o él dormía en su hogar.
Cirse causaba cierta inquietud en el ego de Adriel, quien estaba
acostumbrado a ser obedecido por su condición de alfa o por miedo, pero ella no
lo hacía. Siempre le contestaba y pocas veces le hacía caso o aceptaba su
ayuda.
Sin embargo, no era un inquietud sana o llena de cariño, el animal en él
quería dominarla, demostrarle quien era el que mandaba; así que se acercaba a
ella para vigilarla, inconscientemente había iniciado un juego en el que la
bruja era la presa.
Estaba seguro de que ya casi caía en su juego, porque sin importar el
momento ella lo recibía en su hogar, aunque seguía sin querer decirle lo que
hacía cada vez que no la encontraba disponible.
Una noche, cuando pretendía ir a su hogar y divertirse un poco, llegó un
lobo de su antigua manada, por lo que se tuvo que conformar con ir a beber a
una cantina del pueblo.
—Grimhilde, la
madrastra de Blancanieves, está contratando a algunos lobos para acabar con el
ejército de la Reina Roja— le contó Yul, era su mejor amigo y se veían
seguido—. Al parecer también contrató a la Bruja Verde de Oz.
—Pensé que los reinos
vivían en paz.
—Por supuesto que lo hacen, esto es por debajo del agua, todo porque la
Reina Roja se embarazó y con eso el trato que tenía con la hermana de Roja
quedaría obsoleto. Si hay un heredero, no hay forma de que Blanca pase al
poder.
Adriel ya sabía que el trabajo de Cirse había funcionado, ella misma se
lo contó, aunque no le comentó nada sobre la guerra que había entre las dos
reinas, tal vez no lo sabía.
Por un momento se preocupó por ella, si su aquelarre estaba con Roja, se
iban enfrentar a la Bruja Verde y ella era sumamente peligrosa, todos lo
sabían. No puedo evitar preocuparme, soy un
lobo y protector por naturaleza, se dijo para justificar el sentimiento.
—¿No te quieres unir?— continuó Yul— Varios lobos de la manada lo harán.
—No, tengo cosas más interesantes.
—¿La bruja?— preguntó despectivamente— Ella va a seguir aquí.
Yul detestaba a Caperuza aunque no la conocía, no confiaba en ella,
aunque tenía cuidado de no decir nada, conocía mejor que nadie a Adriel y entre
más cuidado le dijeras que tuviera, más se empeñaba en demostrar que él puede
con todo y sospechaba que la bruja no iba a ser fácil de superar.
—Ya casi es mía— declaró con un brillo de deseo en los ojos.
—¿Ya le dijiste a Mar que no tiene ningún futuro contigo?
—La dejé hace meses y se lo dejé en claro.
Mar era una loba con la que había estado por algunos años, pero
simplemente no se veía con ella, así que la dejó. Aun así se siguieron buscando
para tener sexo o salir a cazar, sin embargo, desde que Adriel había encontrado
a Caperuza en el bosque, Mar era la que única planeaba los encuentros y él sólo se
limitaba a decir que sí.
—Ella aún te ama y lo
sabes. No deberías aprovecharte.
Sí, él lo sabía, pero no era su culpa y no podía hacer nada, así que
sólo levantó los hombros y terminó de beber su cerveza. En realidad no le importaba,
el Lobo se consideraba un sujeto claro al hablar, que los demás no le hicieran
caso no era su asunto. Si Mar sabía la verdad y seguía enamorada, ella era la única
culpable.
—Quiero conocer a la
bruja, ¿vamos?— preguntó Yul, en cuanto notó que su amigo estaba ebrio.
—Si quieres.
Ambos salieron de la taberna, no sin antes pedir otra cerveza, y se
dirigieron a casa de Cirse en forma su forma humana, para no presentarse desnudos
a su puerta.
A mitad del camino percibieron el olor de sangre mezclada con sudor,
Adriel pudo percibir el aroma de Caperuza y se transformó en lobo.
Cuando llegó, el Lobo
vio dos cuerpos en el patio y siguiendo el olor de la bruja derribó la puerta
de su casa, para poder entrar sin perder el tiempo.
—¡Mi puerta!— gritó Cirse
y Adriel salió volando por el aire.
Zaslove, La Maldita Roja
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