Cirse no tuvo un buen día, dos brujos de la madrastra de Blancanieves
habían tratado de convencerla de que se uniera a su ejército y no porque
supieran quien era, o porque fuera poderosa, sino porque corrió con la mala
suerte de estar en el mismo lugar que ellos y la reconocieron como una bruja.
Caperuza trató de negarse de la mejor manera, diciendo que era una principiante, entonces
trataron de llevarla por la fuerza, así que los invitó a su hogar y los mató
ahí.
Gracias a que sólo pocos sabían el paradero de su hogar era el escondite
perfecto y el mejor lugar para matar a alguien, ahora sólo tendría que
desaparecer unos días y todo volvería a la normalidad.
Se iba a lavar sus heridas y pensaba en que también podría ir a hablar
con Grimhilde, según decían no era una persona irracional, a pesar de acostarse
con el marido de su hijastra, cuando alguien derribó la puerta de su hogar. Se
enfureció y sacó volando por el aire al maldito, sólo para darse cuenta de que
era Adriel.
—¡Perdón!— gritó, mientras corría a su lado— Pensé que eras otro brujo.
¿Estás bien?
El Lobo sintió como las manos de Caperuza recorrían su cuerpo en busca
de alguna herida; ella estaba lastimada, de eso no tenía duda, pero estaba
bien, así que se tranquilizó un poco.
—No te preocupes, estoy bien— dijo, pero notó que ella se tensó a su
lado—. Déjalo es un amigo.
Yul había llegado poco después en su forma de lobo, completamente gris,
provocando miedo en Cirse, quien al pensar en que era otro enemigo lo había
detenido en el aire. Sin embargo, al oír a Adriel lo soltó y furiosa se levantó
del suelo.
—¿Trajiste a alguien a mi casa?— grito furiosa mientras se dirigía a su hogar
sin puerta.
El Lobo sorprendido por su enojo se transformó en humano y la jaló del
brazo para que no pudiera entrar, le dio un vistazo rápido traía varios cortes
en los brazos, nada peligroso, aunque había uno que cruzaba desde su hombro
hasta su codo y era profundo.
—¡Suéltame!— le gritó ella y lo aventó con su mano libre— ¿Cómo te
atreves a traer a alguien a mi casa? ¿Acaso ves que yo vaya y te busque al
pueblo? No, porque yo respeto tu intimidad.
—¿Qué fue lo que pasó?— preguntó el Lobo ignorando la furia de Caperuza.
—¡Qué te importa!
—¡Cirse! Te estoy preguntando algo. Responde.
Por un momento, ella no supo qué hacer, Adriel le había gritado y dado
una orden, cosa que la hizo enfurecer más. Estaba harta de que cualquier sujeto
pensara que tenía algún derecho sobre ella, sólo porque se portaba amable.
—Perdón, perdón— se disculpó el Lobo quien notó que sólo había empeorado
la situación—, debí preguntarte antes de traer a alguien, pero podemos hablar
después de eso, ahora estoy preocupado y enojado por lo que te paso.
Ella meditó la situación un momento y se tranquilizó, antes de hacer
algo de lo que se iba a arrepentir, con un movimiento de cabeza invitó a
los dos lobos a pasar y les dio un manta para que se taparan.
—¿Ya me dirás que te pasó?— tras explicarle lo que sucedió, Adriel le
presentó a Yul, quien estaba sentado en la sala con una manta enredada en su
cadera, sin decir una palabra pero viéndola fijamente.
Yul era casi tan alto como Adriel, sus ojos eran de color café y tenía
piel morena, aparte de que su cuerpo era más musculoso que la del Lobo, pero en
Caperuza sólo provocaba antipatía, aunque podría ser porque era un invasor en
su hogar.
—Tengo que descansar— dijo Cirse en forma de despedida.
—Nos deshacemos de los cuerpos, ponemos la puerta y tú te vas conmigo a
mi casa. No te puedes quedar aquí con ese hombro herido.
Cirse pensó en pelear, pero conocer su casa le daba mucha curiosidad,
nunca lo había pedido, pero ahora que se le presentaba la oportunidad no iba a
desperdiciarla.
Fingió aceptar de mala gana y mientras ella se daba un baño, ellos
hicieron todo lo que Adriel había dicho. Cuando fue momento de partir Yul ya se
había ido, así que el Lobo y Caperuza empezaron una caminata por el Bosque
Encantado, sin decir ni una sola palabra, ella seguía enojada y el molestó con
los brujos que la habían lastimado, aparte de sentirse un poco arrepentido por llevarla a su casa.
Zaslove, La Maldita Roja
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