Caperuza y el Lobo - DIEZ - Zaslove, La Maldita Roja

miércoles, 8 de mayo de 2019

Caperuza y el Lobo - DIEZ




Al despertarse el Lobo se quedó un rato observando a Caperuza mientras dormía, se veía tan tranquila y apetecible, sin embargo, ya había disfrutado de ella en cuanto llegaron a su casa, después de que le volviera a gritar por llevar a Yul a su casa.

Cirse lograba sacarlo de quicio cada vez que se enojaba o se empeñaba en hacer algo, no entendía cómo alguien tan pequeña le causaba tanta desesperación, pero de un tiempo para acá había entendido que el sexo la relajaba y la hacía olvidar sus caprichos, aunque sólo fuera un rato.

Bajo a la cocina para preparar su desayuno, en teoría su casa era más pequeña que la de Cirse, pero era de dos pisos, arriba estaban dos habitaciones y el baño, mientras que en la planta baja estaba la cocina, el comedor y una pequeña sala.

Cuando todo estuvo listo llamó a la pequeña bruja y ambos se sentaron a la mesa, Caperuza no lo dejaba de ver, pero tampoco le hablaba.

—¿Qué?— preguntó él un poco fastidiado— ¿Sigues enojada?

—Sí y tú no me tomas en serio.

—Claro que lo hago— no, no lo hacía—. Ya te pedí que me disculpes.

—No, te odio— por eso no la podía tomar en serio, no entendía porque si estaba tan enojada había aceptado ir a su casa y porque parecía que sólo estaba haciendo un berrinche.

Él se levantó de su asiento y se acercó a ella, la tomó de la barbilla de manera brusca y la besó, ella le respondió inmediatamente, pero le mordió su labio inferior con fuerza.

—¡Listo! Ya no puedes estar enojada.

Durante la tarde él se encargó de lavar su herida y cuidar que no rompiera nada de su casa, ya que Cirse se tomó a la tarea de agarrar todo lo que había a su vista, aunque jamás revisó ni un sólo cajón, caja o nada que estuviera guardado. Cuando terminó de curiosear, simplemente lo volteó a ver y le dijo:

—No tienes nada interesante, eres un lobo excesivamente aburrido

Obviamente lo interesante estaba guardado, pero ella lo dijo con extrema seriedad, así que él le dio una nalgada y se pegó a su trasero, para que sintiera su pene.

—Eso no es lo que parece cada vez que te hago gemir— le dijo al oído.

Cirse se sonrojó, podía ser muy abierta y pasional en el sexo, pero había momentos en los que una frase la ponía nerviosa y se veía terriblemente inocente.

Al llegar la noche ambos se recostaron en la cama y aunque el Lobo tenía planeado disfrutar de Caperuza, quería hacerle algunas preguntas y sabía que el mejor momento era ese, ya que no podría huir o evitarlo.

—¿Sabías de la guerra entre Grimhilde y la Reina Roja?

—Sí— con esa respuesta el Lobo se empezó a enojar.

—¿Y por qué no me habías dicho?

—¿Por qué habría de decirte?— preguntó ella sin entender y Adriel no podía creer lo que oía.

—¡Porque sí!— dijo exaltado, mientras se sentaba en la orilla de la cama— Tú ayudaste a Roja, si la madrastra se entera tú serás su enemiga y podría pasarte algo, aparte ahora la Bruja Verde está de su lado.

—Pero ese sería mi problema, no entiendo para qué quieres saber.

El Lobo estresado por las tonterías de Caperuza se levantó y salió del cuarto. El animal en él quería volver y gritarle que entendiera que podía estar en peligro y que él podía ayudarla, pero era tan orgullosa y estúpida que no lo entendía.

Cuando iba a mitad de las escaleras, sintió que alguien lo jaló de su brazo, al voltear vio a Cirse con cara de preocupación.

—¿A dónde vas?— le dijo ella con dulzura y él se tranquilizó un poco— Esta es tu casa, si quieres yo me voy.

—¡No quiero que te vayas!— gritó furioso y sintió como sus colmillos de lobo empezaban a salir.

Zaslove, La Maldita Roja

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