Habían
pasado años desde la última vez que lo había visto, desde que le rompió el
corazón de la peor manera. Más de 30 años. Ahora ella tenía hijos y un marido
que amaba, y ahí estaba él, tan diferente al muchacho al que un día había
conocido. Trato de traer el recuerdo del joven que había amado.
A su mente llegó la imagen de un hombre de 22 años, con un rostro amable y apuesto, más alto que ella y con una figura atlética. Que gran diferencia, con el aspecto que tenía hoy: ya no lo veía tan alto y ahora tenía una gran barriga peluda, que se asomaba por debajo de una camisa vieja y llena de grasa; aparte de un escaso cabello, que peinaba hacia adelante, para tratar de tapar su calvicie.
PASADO:
La última vez que lo había visto pasaban frente a un cine, agarrados de la mano y ella llevaba esa estúpida sonrisa que siempre afloraba cuando iba a su lado; cuando él le había dado un pequeño jalón, para que se detuviera y la soltó.
—Tenemos que hablar —su corazón latió rápidamente, al escuchar esas palabras.
PRESENTE:
En cambio, hoy estaba de pie esperando a su marido, cuando su hermana le había avisado que el tipo que caminaba hacia ellas era Jota, el sujeto que le había roto el corazón.
A su mente llegó la imagen de un hombre de 22 años, con un rostro amable y apuesto, más alto que ella y con una figura atlética. Que gran diferencia, con el aspecto que tenía hoy: ya no lo veía tan alto y ahora tenía una gran barriga peluda, que se asomaba por debajo de una camisa vieja y llena de grasa; aparte de un escaso cabello, que peinaba hacia adelante, para tratar de tapar su calvicie.
PASADO:
La última vez que lo había visto pasaban frente a un cine, agarrados de la mano y ella llevaba esa estúpida sonrisa que siempre afloraba cuando iba a su lado; cuando él le había dado un pequeño jalón, para que se detuviera y la soltó.
—Tenemos que hablar —su corazón latió rápidamente, al escuchar esas palabras.
PRESENTE:
En cambio, hoy estaba de pie esperando a su marido, cuando su hermana le había avisado que el tipo que caminaba hacia ellas era Jota, el sujeto que le había roto el corazón.
Primero no le creyó, ese tipo con apariencia de
borracho de caricatura en decadencia, no podía ser él. Sin embargo, al ver sus
ojos, supo de inmediato que sí era él. Seguía teniendo esa mirada de
autosuficiencia, que en un tiempo la enamoró, pero que en ese momento le
causaba risa. ¿Cómo podía seguir creyendo que era un galán? ¿Acaso no tenía
espejos?
—Eme, hola — dijo, estirando la mano hacía ella y le ocurrieron dos cosas: primero sintió un terrible asco por los dedos sudorosos que se acercaban para tocarla y después sintió una inmensa vergüenza al reconocer que un día estuvo enamorada de él.
PASADO:
—¿Qué pasa? —le había preguntado ella, con el corazón latiendo con fuerza.
—Ya no podemos seguir juntos —le había respondido él, sin ninguna delicadeza—. Tú no eres lo que esperaba, siempre andas con ropa impropia y nunca estás para mí.
¡Mentía y él lo sabía! Ella siempre había estado para él y de su ropa o forma de ser, había tratado de adaptarse a lo que él le pedía, pero nunca parecía ser suficiente. Respiró hondo tratando de no llorar, no quería que él no notará las lágrimas que se acumulaban en sus ojos.
—Perdón, por no ser como tú quieres.
—Ni siquiera lo intentas —respondió en forma de reclamo.
Eme no podía creer lo que oía. Lo vio a los ojos, esperando que fuera una broma, pero entendió que lo decía totalmente en serio. Sin decir una palabra más, se fue y él no trato de detenerla.
PRESENTE:
En su momento había sido una dolorosa situación, que se convirtió en un triste recuerdo y finalizó siendo un vergonzoso pasado. Hoy agradecía jamás haber sido como él quería, de ser así, estaría casada con una bola de grasa y pelos. Ene, su hermana, le dio un codazo y ella reaccionó.
—¿Cuéntame que ha sido de ti? —le pregunto Jota y ella se cuestionó porque parecía tan excitado cruzarse con ella.
—Me ha ido muy bien, me casé y tengo tres hijos. ¿Y tú?
—Me divorcie y no tengo hijos. Pero, oye estás igual de bonita, no cambias en nada.
Ella quiso decirle, que también él se veía bien. ¿Pero, cómo iba a hacerlo sí el ombligo se le asomaba entre dos botones? Y estaba segura de que había pelusa acumulada en él.
—Gracias, es el amor que me da mi marido y mis hijos.
—Sí —intervino Ene—, deberías ver como la trata su marido; como si fuera una reina. No la deja hacer nada, no tiene que hacer de comer, ni ir al mandado, ni hacer quehacer. Nada. Si ella quiere algo sólo tiene que pedirlo...
No sabía si su hermana lo hacía a propósito, pero ver como la cara de Jota se ponía cada vez tensa, valía totalmente la pena.
—Debe tener un buen trabajo —interrumpió él.
—No, es puro amor. Él me ama mucho y yo a él. Soy muy afortunada de tenerlo a mi lado.
Jota se molestó y se le noto en cada parte de su grasoso cuerpo, que no dejaba de sudar; sus facciones se pusieron tensas, apretó su boca y sus fosas nasales se expandieron.
—Ya veo, me alegro de que estés bien —dijo con voz seca y comenzó a irse, pero Eme lo tomó su mano y lo detuvo —¿Qué pasa?
—Quiero agradecerte. Tú te fuiste y yo encontré al amor de mi vida, que siempre ha amado que usé faldas y me da todo lo que puede.
Él jaló su brazo y en un murmuro dijo:
—¡Qué estupidez! —y subiendo el tono de voz aseguro— Nadie puede ser tan feliz, como dices.
Eme no pudo evitarlo y se río, era tan estúpido lo que estaba pasando. Él, quien estaba seguro de valer más que cualquier otro en el planeta, odiaba que ella fuera feliz. Él con su barriga enorme, la grasa en su cara y sus manos sudorosas; la quería hacer sentir mal. Simplemente era una situación ridícula y no pudo evitar reírse. De repente, un auto se detuvo a lado de ellos, era Ge, su marido; quien se bajó del auto.
—¿Llevan mucho esperando? —preguntó mientras saludaba a Ene— Ya vámonos, tengo mucha hambre. Aquí cerca hay un restaurante muy bueno.
—No —respondió y presentó al amor de su vida, con el error de su juventud.
—Bien, pues ya vámonos. Jota, ¿no quieres venir con nosotros?
—No —respondió enojado y se fue.
Eme lo vio alejarse, con su gran barriga que lo hacía ladearse de un lado a otro y su calvicie, que se notaba más desde la parte de atrás. Volvió a reír.
—Eme, hola — dijo, estirando la mano hacía ella y le ocurrieron dos cosas: primero sintió un terrible asco por los dedos sudorosos que se acercaban para tocarla y después sintió una inmensa vergüenza al reconocer que un día estuvo enamorada de él.
PASADO:
—¿Qué pasa? —le había preguntado ella, con el corazón latiendo con fuerza.
—Ya no podemos seguir juntos —le había respondido él, sin ninguna delicadeza—. Tú no eres lo que esperaba, siempre andas con ropa impropia y nunca estás para mí.
¡Mentía y él lo sabía! Ella siempre había estado para él y de su ropa o forma de ser, había tratado de adaptarse a lo que él le pedía, pero nunca parecía ser suficiente. Respiró hondo tratando de no llorar, no quería que él no notará las lágrimas que se acumulaban en sus ojos.
—Perdón, por no ser como tú quieres.
—Ni siquiera lo intentas —respondió en forma de reclamo.
Eme no podía creer lo que oía. Lo vio a los ojos, esperando que fuera una broma, pero entendió que lo decía totalmente en serio. Sin decir una palabra más, se fue y él no trato de detenerla.
PRESENTE:
En su momento había sido una dolorosa situación, que se convirtió en un triste recuerdo y finalizó siendo un vergonzoso pasado. Hoy agradecía jamás haber sido como él quería, de ser así, estaría casada con una bola de grasa y pelos. Ene, su hermana, le dio un codazo y ella reaccionó.
—¿Cuéntame que ha sido de ti? —le pregunto Jota y ella se cuestionó porque parecía tan excitado cruzarse con ella.
—Me ha ido muy bien, me casé y tengo tres hijos. ¿Y tú?
—Me divorcie y no tengo hijos. Pero, oye estás igual de bonita, no cambias en nada.
Ella quiso decirle, que también él se veía bien. ¿Pero, cómo iba a hacerlo sí el ombligo se le asomaba entre dos botones? Y estaba segura de que había pelusa acumulada en él.
—Gracias, es el amor que me da mi marido y mis hijos.
—Sí —intervino Ene—, deberías ver como la trata su marido; como si fuera una reina. No la deja hacer nada, no tiene que hacer de comer, ni ir al mandado, ni hacer quehacer. Nada. Si ella quiere algo sólo tiene que pedirlo...
No sabía si su hermana lo hacía a propósito, pero ver como la cara de Jota se ponía cada vez tensa, valía totalmente la pena.
—Debe tener un buen trabajo —interrumpió él.
—No, es puro amor. Él me ama mucho y yo a él. Soy muy afortunada de tenerlo a mi lado.
Jota se molestó y se le noto en cada parte de su grasoso cuerpo, que no dejaba de sudar; sus facciones se pusieron tensas, apretó su boca y sus fosas nasales se expandieron.
—Ya veo, me alegro de que estés bien —dijo con voz seca y comenzó a irse, pero Eme lo tomó su mano y lo detuvo —¿Qué pasa?
—Quiero agradecerte. Tú te fuiste y yo encontré al amor de mi vida, que siempre ha amado que usé faldas y me da todo lo que puede.
Él jaló su brazo y en un murmuro dijo:
—¡Qué estupidez! —y subiendo el tono de voz aseguro— Nadie puede ser tan feliz, como dices.
Eme no pudo evitarlo y se río, era tan estúpido lo que estaba pasando. Él, quien estaba seguro de valer más que cualquier otro en el planeta, odiaba que ella fuera feliz. Él con su barriga enorme, la grasa en su cara y sus manos sudorosas; la quería hacer sentir mal. Simplemente era una situación ridícula y no pudo evitar reírse. De repente, un auto se detuvo a lado de ellos, era Ge, su marido; quien se bajó del auto.
—¿Llevan mucho esperando? —preguntó mientras saludaba a Ene— Ya vámonos, tengo mucha hambre. Aquí cerca hay un restaurante muy bueno.
—No —respondió y presentó al amor de su vida, con el error de su juventud.
—Bien, pues ya vámonos. Jota, ¿no quieres venir con nosotros?
—No —respondió enojado y se fue.
Eme lo vio alejarse, con su gran barriga que lo hacía ladearse de un lado a otro y su calvicie, que se notaba más desde la parte de atrás. Volvió a reír.
Zaslove, La Maldita Roja
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