El día que casi me roban - Zaslove, La Maldita Roja

lunes, 14 de agosto de 2017

El día que casi me roban

Pues ya está, que fui a una de la plazas más “nice" de mi ciudad y casi me roban...


A mí jamás me han asaltado, aunque una vez mientras esperaba un taxi, una señora trato de llevarme lejos de la avenida para “repartir” un fajo de dinero que se había encontrado. Por supuesto le dije que no, que se lo quedará ella.


Esta vez (hoy) iba caminando por la calle, con mi enorme bolsa y mi cara de maldito calor, odio lo vida; rumbo a la súper plaza. Cuando un anciano me interceptó y con voz de campirano me preguntó por una calle, a lo que yo respondí: “perdón, no conozco por aquí”; y en seguida me dijo: “yo tampoco señorita, soy de Puebla, y no se leer”.


Maldita sea, el anciano no sabía leer y estaba perdido, así que saque mi celular para buscar la dirección que llevaba escrita en un cuadrado de cartón con pluma rosa. Entonces ahí estaba yo: parada en medio de la calle, con el sol en mi cabeza, con mi celular en la mano, tratando de adivinar que decía el pedazo de cartón; mientras el señor pueblerino estaba a mi lado, diciendo… bueno, no le estaba poniendo atención, porque no le entendía. Cuando de la nada le preguntó a otro señor que iba pasando, sobre la calle que buscaba.


El señor dos le resolvió la duda al señor pueblerino y fue cuando entendí que el señor pueblerino quería ir a cambiar un billete de lotería, que unos policías le habían querido quitar y que otra persona le había querido comprar. Así que el señor dos le dijo que sí era una cantidad menor a 5 mil pesos se lo podían cambiar en cualquier lugar y se ofreció amablemente a llevarlo con Doña Carmen, que supongo vendía boletos de la lotería.


Pero el pueblerino no quiso ir con él, porque su madre siempre le había dicho que confiara más en los mujeres, que en los hombres, así que los acompañé: pero siempre por la avenida, que estaba excesivamente transitada y caminando detrás de ellos.


Total que al parecer Doña Carmen tenía sobrinos, hijos y demás progenie, que no eran personas decentes y como yo iba con vestido, el señor dos nos dijo que él iría por la lista, para que la parentela de la señora no me ofendiera. Por lo que de nuevo estaba de pie, con el sol en la cabeza, vestido y tacones, esperando a un desconocido, para que le trajera una lista de lotería. Todo eso mientras el señor pueblerino me contaba parte de su vida y me daba las gracias, por ser tan buena persona.


Me contó que su familia tenía un rancho enorme, así que no le faltaba el dinero y que su tía le había prometido que le heredaría todas las tierras, porque él las había trabajado desde chiquito. Y yo pensando si este señor está anciano, su tía debe estar decrépita. También me agradeció la ayuda, mientras me decía lo buena persona que era y me explicaba que me había pedido ayuda, porque su mamá siempre dijo que confiara más en las mujeres, porque somos madres. Y yo, esto parece un poco sospechoso. Y él, ahorita le doy un dinerito para su coche, a lo que contesté: “no, yo le ayude porque me lo pidió, no por dinero”. Y en mi cabeza, ¿parezco prostituta?


De repente el señor dos volvió; nos explicó que no podía traer las listas enormes, pero le habían dado una hoja. Entonces el pueblerino me dio el boleto y el señor dos me preguntó cuál era el número. Yo nunca he jugado a la lotería y el boleto tenía muchos números, así que se lo acerque, para que él lo comparará con la hoja. Después de un rato me dijo: “ganó, ganó”. “¡Que bueno!”, le respondí. Pero el siguió diciendo que había ganado, fue cuando me di cuenta que el pueblerino había ganado el premio de 5 millones de pesos; así que me volteé y le dije tiene que irse hasta el centro a cobrar; sin pensarlo me respondió que no, porque ahí lo habían agarrado los policías que querían quitarle su boleto.


Fue cuando pensé: este señor pueblerino se encontró con dos policías que le quisieron quitar su boleto de 5 millones de pesos, pero al final dejaron ir al anciano con su boleto y sin ningún golpe. Es muy raro.


En lo que yo pensaba el señor dos dijo: “mire yo salgo a las 9 de trabajar, puedo pedir la camioneta de la empresa y lo acompañamos, la señorita y yo”.  Lo volteé a ver sorprendida: “no, yo no voy. Yo lo acompañe hasta aquí, pero que voy a andar haciendo hasta allá. No puedo, mejor tomé un taxi de una vez y váyase a cambiar su boleto”.


Por un rato el pueblerino trato de convencerme, dijo que lo iba a vender por 25 mil pesos y luego me ofreció el billete, porque a él no le hacía falta el dinero y yo así de: “no, solo Dios sabe porque le mandó el dinero. Yo estoy bien.”

Al final el pueblerino nos dió las gracias y se fue. Y yo recordé que hoy el guardia del edificio donde trabajo, me dijo tenga mucho cuidado y yo pensé, todos tienen cuidado cuando salen, que frase tan estúpida. No hay manera de que me ponga en peligro de manera intencional.

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