Caperuza y el Lobo - DIECISIETE - Zaslove, La Maldita Roja

miércoles, 15 de mayo de 2019

Caperuza y el Lobo - DIECISIETE




Cirse estaba en su tina, con su frente recargada en sus rodillas y sus manos masajeando sus sienes. Sufría de un dolor terrible en todo el cuerpo, que provenía de su pecho y no la dejaba pensar.

Las marcas de su cuerpo, las runas que tenía grabadas y que normalmente eran invisibles, brillaban en un rojo intenso, lo que significa que si no se tranquilizaba, iba a tener problemas

—Deja de pensar en mí, olvídame. Basta ya no me extrañes— repetía una y otra vez, mientras lloraba.


El Lobo, dondequiera que estuviera, pensaba sufría por ella, provocándole un gran dolor físico.


—¡Basta!— gritó— ¡Tú me traicionaste! Ya no puedo más con tu dolor y el mío…

No era el primer día que esto le pasaba, llevaba semanas sufriendo por lo mismo y solo parecía empeorar. Había tratado de encontrar una manera de deshacer la conexión que
se creó entre el Lobo y ella, pero no tenía suerte, nada funcionaba y ella estaba desesperada.

Se levantó y una onda se apoderó de ella, provocando que rompiera todos los vidrios de su baño, sin poder soportarlo más se dejó caer de nuevo en la bañera.

El Lobo le contó a Yul sobre su familia y eso le rompió el corazón en mil partes, por eso no veía al Lobo desde hace varias semanas, cuando el mejor amigo de Adriel la enfrentó.

Ese día Caperuza fue a visitar al Lobo, pero antes pasó a comprar fruta, porque Adriel nunca tenía en su hogar, estaba pagando cuando Yul la encontró y cortésmente le ofreció su ayuda.

—¿Vas para casa de Adriel?

—Sí— le contestó secamente, no le caía bien, aunque él siempre trató de ser amable en todos los encuentros que tuvieron.

—¿Sabes que él podría ser líder de la manada?

—Sí, él lo mencionó.

—¿Qué pasará con ustedes cuando eso pase?— ella se detuvo cerca de la casa de Adriel y vio fijamente a Yul— ¿Por qué te detienes?

—¿Qué quieres Yul? El día que él vuelva a la manada lo arreglaremos. Él y yo, no tú— él sonrió amablemente.

—Tú familia— empezó y Cirse sintió que no podía respirar—, tu madre y tu tía están locas. Literalmente han matado decenas, sino es que cientos de personas por beneficio propio, tú no puedes ser la compañera de mi amigo. Pones en peligro la manada y a Adriel. Si los demás lobos se enteran de ti jamás dejarán que sea el alfa…

En ese momento Adriel salió de su casa y los saludo,mientras se acercaba. Yul la tomó del hombro con la intención de disimular su enfrentamiento; pero Caperuza calentó su cuerpo y quemó la mano del lobo, quien se quejó y se alejó de ella.

—Transfórmate— ordenó la bruja y Yul sin desearlo se transformó en animal. Adriel trató de acercarse, pero la bruja lo detuvo con su magia.

—Cirse, suéltame. ¿Qué pasa?— sin hacerle caso, Caperuza se acercó a Yul y lo tomó por el hocico.

—Tienes razón—le dijo enterrando sus uñas en la piel del lobo—, soy un peligro. Pero, no te equivoques, no lo soy para la manada, ni para Adriel, si no para ti. Si vuelves a mencionar a mi familia, yo haré que te arrepientas— la bruja se levantó y con un mano lanzó a Yul—. Ahora lárgate.

Adriel olió la sangre de su amigo en el aire, Cirse lo había herido y no sabía la razón. Estaba preocupado, pero el enojo superaba cualquier emoción, odiaba que ella utilizará su magia en él y detesto saber que Caperuza también tuviera el poder de controlar a los lobos, como su la Bruja Verde.

Ella lo volteó a ver y vio que sus ojos eran rojos, igual que su capa roja, también pudo oler su furia en el aire y ella lo soltó.

—¿Qué hiciste?— le gruñó el Adriel a Caperuza y se puso en guardia, el animal en él se preparaba para atacar o defenderse.

—¿Te preocupa tu amigo?— le contestó ella con una sonrisa burlona— No eres más que un animal, igual que él. ¡Nunca debí confiar en ti!

—¿Qué te dijo?

—Le contaste sobre mi familia. Dice que soy un peligro para ti y yo digo que hay que demostrarle que tiene razón— aventó al Lobo contra un árbol, pero una mujer asustada gritó detrás de ella logrando que se distrajera.

El momento fue aprovechado por Adriel, quien la tomó del brazo y de la mandíbula.

—Basta— le ordenó y sus ojos volvieron a ser negros—, tenemos que hablar. Él trató de llevarla dentro de su casa, pero ella le ordenó que la dejara y su lobo obedeció.

Caperuza volvió ese día a su casa y durante semanas no volvió a ver al Lobo, a pesar de que sentía su dolor y cuánto la extrañaba. No sólo la había traicionado, también se sentía muy herida por ser juzgada por algo que ella nunca hizo y a diario se preguntaba si Adriel pensaba lo mismo que Yul.

ZASLOVE, LA MALDITA ROJA
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