Caperuza y el Lobo - DIECISÉIS

Cirse pasó dos días esperando al Lobo en su casa, lloró al creer que le había pasado algo y después fue a buscarlo a su casa, pero no encontró nada así que fue a ver a su abuela, para que la ayudara.

—Mi niña, el sigue vivo, muy preocupado, pero eso ya lo sabes, lo puedes sentir— le había dicho tiernamente su abuela.

Sí, ella podía sentir la preocupación de Adriel y su cansancio, pero eso no la tranquilizó y le preocupaba la conexión que habían hecho en tan poco tiempo.

—¿Qué hago?

—Enfréntalo cuando lo vuelvas a ver, si vas a estar con él tiene que respetar tu corazón.  

Caperuza volvió a su hogar e hizo sus actividades normales; pero, para su mala suerte, el regreso de Adriel coincidió con la visita de Lomelí, el caballero de la Reina Roja con que él mantenía una relación.

Esa tarde el caballero llegó a su hogar sin ningún tipo de aviso, sin embargo, Caperuza le explicó su situación, así que sólo comieron y cuando él se disponía a irse, Adriel apareció y lo atacó.

Lomelí, quien no era ningún tipo de aldeano asustado, sacó el cuchillo de su cinturón y lo dirigió a la garganta del Lobo, por lo que Cirse asustada sacó volando a los dos en direcciones contrarias.

Adriel se puso rápidamente en guardia, mientras que el caballero sólo se sentó y se limpió la tierra de las manos.

—Así que es él— dijo Lomelí.

—¡Lo defiendes!— gruñó el Lobo llenó de furia.

—Yo me voy— dijo el caballero y se levantó del suelo—, sólo piensa en lo que te dije, Cirse.

Durante su comida, Lomelí le advirtió que un hombre lobo sólo era una bestia, la cual le provocaría mucho dolor. No le quiso creer en el momento, pero con el tiempo entendería que era verdad.

Caperuza lo vio alejarse sin moverse y manteniendo a Adriel pegado en el suelo con su magia. Ambos hombres eran muy diferentes, al menos físicamente, Lomelí tenía el cabello negro y un par de ojos almendrados, su piel era bronceada y su cuerpo era más musculoso que el del Lobo.

—Te voy a soltar, no lo vayas a seguir— en respuesta sólo recibió un gruñido—. Sólo entra a la casa y hablamos— dijo y soltó a Adriel.

El Lobo se transformó en humano y entró a la casa detrás de ella, en la estancia la enfrentó poniéndose frente a ella y con los colmillos saliendo de la boca.  

—¿Quién es él?— preguntó furioso.

—Si crees que me asustas o me puedes obligar a contestarte haciendo el numerito de soy el alfa, estás muy equivocado, no soy una loba para contestarte— le contestó Caperuza sin bajar la mirada, ni retroceder—. Es alguien con quien pasó el rato.

—¡Tú eres mía!

—Tal vez lo era hace una semana, pero desapareciste

Adriel dio un paso hacia atrás, desconcertado por las palabras de ella y sutilmente olfateo su alrededor. La ropa de Cirse olía al caballero, pero no su cuerpo, así que no había tenido sexo con él.

—Aparte de que te quejas— continuó Cirse—, tú también tienes otra. Siempre tienes rasguños en la espalda y yo no te los hago— mintió, tenía más de un mes que Adriel no llegaba con ninguna marca en el cuerpo, sólo llevaba las que ella le hacía.

—Eso ya se terminó…— Caperuza suspiró y se dio la vuelta, así que él la alcanzó y la tomó por del brazo, para volver acercarla a él— De verdad, se terminó.

—Te creo— dijo ella cansada—, pero te fuiste una semana, te estuve esperando y me preocupé.

—Tuve que salir de emergencia, no te lo he contado pero tal vez pueda volver a mi manada y hubo un pequeño problema, pero ya se solucionó— Cirse sonrió y lo abrazó fuertemente.

—¡Que felicidad! Pero no vuelvas a desaparecer, por favor.

—No— dijo él y la besó.

Cirse y Adriel recordarían esas semanas como las más felices y calmadas de sus vidas, pero también como el preámbulo de una larga tormenta que terminaría con cualquier felicidad en ellos.

El Lobo siempre se preguntó cómo no pudo evitar tan terrible final y se recrimino el no haber podido controlar a Caperuza, para que siguiera a su lado amándolo. Ingenuamente creyó que ella siempre estaría feliz por estar con él.

ZASLOVE, LA MALDITA ROJA

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