Nuestra historia no es más que una más entre millones iguales, lo
único especial es que me ocurrió a mí. Fuimos dos personas que se conocieron y
una noche terminaron juntas; a él lo movió lo aburrido de su vida, a mí la
venganza contra otro chico. Esas fueron las burdas razones por las que una
noche terminamos en la misma cama.
Supe que cometía un error desde el momento que ocurrió en nuestro
primer beso, él era prohibido y a mí me gustaba destruir todo, pero seguí y
pensé que podría manejar la situación, porque jamás me había enamorado.
Así que sí, siempre estuve consciente del error que era involucrarme
con él, pero me dejé llevar.
Lo traté como a cualquier otro chico: le di poder sobre mí, un
poder que yo cree, y le hice creer que lo aceptaba con todos sus defectos,
aunque en realidad no me importaba como era.
El día me descubrí enamorada y mi reacción fue llorar durante
días; ya no era divertido, sentía una gran angustia, porque, aunque yo lo amara
con todo mi corazón, no cambiaría nada: nuestra situación, nuestro comienzo, su
forma de ser o la mía.
Lo dejé infinidad de veces con cualquier excusa, no porque fuera
malo conmigo, pero yo quería más y él no iba a dármelo, o al menos eso me decía
a mí misma, porque en el fondo sabía que tampoco quería arriesgarme a estar con
alguien como él.
Por su parte, él me buscó cada vez que lo dejé y yo cedí; era la
primera vez que sentía amor por un chico y el sentimiento era tan abrumador que
no supe cómo manejarlo, ni cómo lograr que mis pensamientos concordaran con mis
acciones, aunque doliera. No quería dejar de sentir la felicidad que sentía al
estar con él.
Hubo un tiempo en el que de verdad creí que podríamos tener un
futuro, que, si nos amábamos, iba a ser posible; solo teníamos que luchar y
aunque nos costará un montón de dolor y sacrificio valdría la pena, porque
nosotros valíamos la pena. Tal vez separados éramos mierda, pero juntos lo
valíamos todo.
Fui la primera en decir “te amo”, una confesión ridícula, que no
planeé; un “es que creo que te amo”, con la cabeza agachada. Él sólo me
respondió con un abrazo, aunque durante los siguientes días me pedía que se lo
dijera de nuevo y él también me lo decía, pero sus “te amo” me sabían
agridulces; quería creerlos, pero no podía.
La época de expresar nuestro amor duró poco, nos volvimos a
separar y ninguno volvió a decirlo, al menos no en persona.
Él se convirtió en una mejor versión de sí mismo, las personas de
nuestro alrededor aseguraron que todo su avance fue para lograr ser un mejor
hombre para mí.
Gracias a mi capacidad de destruir transformé cada acción suya,
las buenas las convertí en malas y las malas en horribles, siempre fui
consciente de eso.
El amor que sentía por él
nos ató y después de dos años, él ya no era el que me buscaba cada vez que nos
separábamos, era yo. Siempre me acerque con sinceridad, cada una de las veces
le expliqué lo confundida y mal que me sentía; le dije que ya no podía más, que
me dolía estar así; pero él no hizo nada, me veía y actuaba como si yo no le
hubiera dicho nada y en el peor de los casos me hacía creer que estaba loca.
Nunca supe que lo hacía
volver a mi lado cada vez que yo lo buscaba, pero terminamos encerrados en una
mala relación, por la que yo lloraba cada noche, me hundía en la desesperación.
Hasta que llegó el momento en que no importaba si estábamos juntos o separados,
yo me sentía igual.
Le escribí mil cartas, a
veces por culpa, por cómo siempre lo aleje y manipule sus acciones, para quedar
como la víctima; otras veces lo hacía para tratar de sacar todo lo que sentía,
con la esperanza de ya no sentir nada.
Una vez durante una pelea me
dijo: “es obvio que nuestra separación llegaría, éramos una bomba de tiempo”.
Lo odié tanto, sentí tanto dolor y tanta rabia. Si nuestro final era
predecible, ¿por qué no me dejó ir cuando tuve la fuerza para dejarlo?
Desde ese momento aprovechó
cada oportunidad para explicarme las razones por las que jamás podríamos estar
juntos, pero seguí ahí y un par de veces lo busqué por ayuda, sólo para recibir
su espalda.
Me equivoque tantas veces
con él: el primer beso, verlo, manipularlo, hacerlo menos, hacerlo más, confiar
en él, regresar con él, buscarlo... Fue error, tras error y yo pensé que si nos
amábamos entonces todos esas malas decisiones tendrían sentido, así que cometí
un error aún más grande: me aferré a él, con la intención de demostrar que era
amor lo que había entre nosotros y así poder perdonarme todas las
equivocaciones con las que yo sola me rompí el corazón.
Hoy me rompe no poder estar
a su lado, porque hubo un momento donde eso era lo correcto y lo perdí; me
duele que él no hizo nada para estar bien conmigo, que todo lo que recibía era
a medias; y me mata no poder perdonarme, porque hice todo mal y me lastime, no
fui capaz de estar bien con él, ni de irme.
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