Pixabay |
Entraste a la habitación en la que siempre te esperaba desnuda, húmeda y dispuesta para ti.
Después de mucho tiempo, después de dejarme sola
durante incontables noches regresaste y me encontraste con otro hombre.
Tuviste la mala suerte de abrir la puerta justo
en el momento en que él pegaba mi espalda a su pecho y con una nalgada, me
ordenaba inclinarme en el borde de la cama, para penetrarme desde atrás.
Te vi, a través del espejo y noté en tus ojos una
mezcla de furia y a excitación.
Supe que querías castigarme, que querías sacar a
ese hombre de mi interior y enseñarme que tú eras el único que podía habitar en
mí.
Pero te quedaste en el umbral, mientras yo gemía y
disfrutaba las embestidas de alguien más.
Lograste captar mi mirada, a través del espejo, una
sonrisa escapó de mis labios y con la voz entrecortada le pedí más. Tal
vez no debí hacerlo, pero de verdad lo deseaba.
Cerraste
los puños y tu mandíbula se tensó, ya no había excitación, sólo una furia, de
esas que nublan tu vista.
Diste un paso para entrar a la habitación. ¿Qué
tenías planeado? ¿Quitar al hombre y ocupar su lugar? ¿Creíste que sería así de
fácil?
Sin embargo, no supe qué más pasó, me deje ir. No
importabas tú y tu furia sin sentido, ni él hombre y sus ganas de complacerme. Yo
y mi placer, eran lo único que valía la pena en ese momento.
Cuando regresé a la realidad, cuando pude pensar de
nuevo, te recordé. Ya no estabas y mi único pensamiento fue: “tengo que cambiar
la llave de mi casa”.
Zaslove, La Maldita Roja
No hay comentarios.:
Publicar un comentario