Adriel quiso seguir a Cirse en cuanto salió de su hogar, sin embargo, no pudo. El Lobo se paralizó cuando vio a Mar y a la bruja en la misma habitación, sabía las intenciones de la loba y no pudo tomar la decisión entre su familia o Caperuza.
El pequeño enfrentamiento
entre las dos lo sacó de su parálisis, no podía creer lo que Mar estaba
diciendo, jamás habían hablado sobre una boda. Se acercó a la loba y la tomó
del brazo, mientras la bruja se alejaba.
—¿Por qué dijiste
eso?— gruñó.
—¿Qué te importa?—
gritó la loba en respuesta— ¿Es verdad lo que dices? ¿La amas?
Las miradas y lo
gestos de amor o preocupación, que Adriel lanzaba cada vez que alguien hablaba
de la bruja, no pasaron desapercibidos para Mar y otros lobos de la manada, aunque
nadie se atrevió a decir algo.
El Lobo la jaló del
brazo y la metió en su hogar, ella lo había visto un par de veces así, no era
la primera vez que perdía el control en su presencia o por su causa.
—¡No tenías ningún
derecho a decir nada!
—¿Por qué?
—¡Cállate!— gritó
Adriel y ella obedeció, no le quedaba otra opción ya que era su alfa, aparte durante
toda su relación ella fue muy callada y obediente.
Lo amaba y siempre quiso hacerlo feliz— Sabes lo que siento por ti y no es amor,
jamás te he mentido, si nos casamos sería solo por conveniencia— dijo lo más
tranquilo que pudo.
—Lo sé— contestó Mar
a punto de llorar—. Pero, ¡ella es una bruja! Ella jamás podrá encajar en
nuestra vida, con la manada, pregúntale a Yul, a cualquiera. Yo te amo.
Adriel dejó que Mar
se desahogara y dijera lo que quisiera, sin embargo, en ningún momento dejó que
se le acercara o lo abrazara. En ese momento la odiaba demasiado, como para
dejar que lo tocara. Cuando terminó decidió que no valía la pena contestar
ninguno de sus lloriqueos, así que la corrió y la hizo jurar que no contaría
nada de lo que pasó. Aunque empezó a sospechar que todos en su manada ya sabían
que amaba Cirse.
—Lárgate.
Mar no dijo nada más,
sólo obedeció, pero se fue con un hueco en el corazón, sabiendo que tal vez
nunca se podría casar con la persona que amaba y que, si un día lo hiciera, él
nunca la amaría como amaba a la bruja.
El Lobo no perdió el
tiempo más y en cuanto la loba se fue, acudió con Gailan para hablar. Le
explicó que tenía que salir y buscar una alianza en otro bosque, pero que
volvería lo antes posible. Quería salir esa misma noche, pero tuvo que esperar,
ya que los dos revisaron todas las posibilidades.
No era una mentira,
sí iba a hacer una nueva alianza, pero antes buscaría a Caperuza, para explicarle
la situación y tratar de convencerla de que no se ocultara.
Sabía que podía usar
su marca para encontrarla, sin embargo, no quería hacerlo, al menos no sin su
permiso. Era cierto lo que ella le había dicho, la marcó como un animal, sin su
consentimiento y aunque no se arrepentía, no pretendía hacerla sentir
peor.
Finalmente, entre los
dos los lobos escogieron el bosque de Blair como primera opción para Adriel, ya
que en una ocasión Cirse le dijo a que se iría a vivir a la antigua casa de su
madre.
A la mañana
siguiente, salió a primera hora y transformado en Lobo, utilizó la marca y se
juró que sería la última vez, localizó a Caperuza y se dirigió hacia ella.
Sorprendentemente, no estaba tan lejos como esperaba, pero tardó medio día en
alcanzarla.
Ella estaba en una
planicie en medio del bosque, recargada en un árbol, mientras jugaba con el
pasto. Cuando lo vio, ni siquiera se inmuto, lo estaba esperando, sabía que
iría detrás de ella. Adriel se transformó en humano y se puso la ropa que traía
en una mochila que traía.
—Empezaba a creer que
no vendrías y ya me iba a ir— dijo sinceramente Cirse, mientras él se vestía—,
pero no me quería arriesgar.
—¿A qué?
—A que usaras la
marca y me encontrarás cuando este en mi nueva casa. La usaste, ¿no?— Él vio
con vergüenza al suelo y asintió con la cabeza.
—Lo siento.
—Está bien— Adriel
iba a empezar a hablar, pero ella no lo dejó—. He estado pensando en tu
matrimonio, tu manada y nosotros. ¿Me amas?
—Con todo mi corazón—
aceptó y empezó a caminar hacia ella.
—No te acerques, por
favor. Yo también te amo, más de lo que quiero aceptar.
—Podemos arreglar
esto, sólo dame tiempo, para encontrar una solución— dijo, sin dejar de
caminar.
—¿Cómo?
—No te pido que te
quedes a mi lado— mientras sostenía su mano— sólo que no desaparezcas, no me
dejes sin saber de ti, por favor. Déjame ser tu amigo.
El Lobo vio la mirada
de dolor, que se convirtió en furia, en los ojos de Caperuza antes de sentir
una corriente eléctrica que paralizó todo su cuerpo.
—¿Eso es lo que
quieres? Que yo sacie tus necesidades de soledad, mientras te casas, tienes
hijos y eres feliz con otra— gritó ella y en un susurró continuo—, entonces no
te quiero en mi vida— finalizó y sacó volando a Adriel por los aires.
Él cayó como bulto, el
dolor se hizo presente y no sólo el físico por el estrepitoso aterrizaje, si no
interior, ya que no esperaba esa respuesta. Para él tenerla en su vida era
suficiente, aunque no fuera de la forma deseada.
—¿Qué te hace creer
que quiero ser tu amiga?— gritó Cirse y él pudo oler su tristeza— Yo no te
quiero así.
—Cirse, por favor, te
quiero en mi vida…
—¡No! Tú lo que
quieres es a una tonta de respaldo.
—¿Por qué siempre
piensas tan mal de mí?
—Porque eres un
animal, una bestia. Nada te importa y destruyes todo— gritó Caperuza y el dolor
del lobo se transformó en furia. Ya estaba cansado de su actitud, la había
seguido hasta ahí para nada.
ZASLOVE, LA MALDITA ROJA
Derechos Reservados