—¿Hombre?— preguntó Adriel mientras se acercaba a la víctima, para
olerla y confirmar si era el mismo aroma que traía Cirse. No lo era.
—Comida es comida. ¿No te gusta?
—Definitivamente prefiero comerme una mujer, pero sí, comida es comida.
—Pues lo siento, pero tenía que deshacerme de él.
—¿Por qué?— la cuestionó mientras se paraba frente a ella. Se ve tan
débil, pero realmente no lo es, pensó.
Ella se dio la vuelta y puso distancia entre los dos, causando una
sensación incómoda en el Lobo, quien en un principio creyó que la bruja le
tenía miedo, aunque no pudo oler la emoción, así que pensó que tal vez le
estaba siendo fiel a alguien más.
—Porque el amor mata. La chica que te traje ayer vino a mí para que
cuidara de su amado: él— explicó, mientras señalaba al joven que dormía
suspendido en el aire—. Al mismo tiempo vino él, pidiendo que protegiera a su
amada: la chica que te comiste ayer. Ninguno de los dos quería que el otro
sufriera.
—No me parece que estés haciendo un buen trabajo— dijo divertido el
Lobo, la pequeña bruja estaba siendo muy interesante.
—¿Ella sufrió?
En realidad, la mujer no había sufrido, aunque todo el tiempo estuvo
profundamente dormida, él hubiera podido oler el dolor, era un aroma a lodo,
como tierra echada a perder. Es una tramposa.
—Los mantuve juntos y protegidos— continuó ella—, pero ahora falta uno y
él otro podría sufrir por eso, así que lo indicado es que los dos se vayan.
Adriel la vio a los ojos y notó un brillo extraño, se volvió a acercar a
ella y la tomó de la cintura para que esta vez no pudiera alejarse.
—¿Por eso no me dejas acercarme a ti? Quieres que ya me lo coma— Cirse
le sonrió nerviosamente—. Aquí cerca hay un pequeño lago, seguro lo conoces, ve
y me esperas ahí, en lo que terminó con él.
—¿Por qué lo haría?
—Curare tus heridas.
Adriel la liberó y se transformó en Lobo, antes de dar media vuelta y
empezar a caminar hasta el joven. Era realmente hermoso e imponente, totalmente
blanco y grande, con ojos azules claro con estrías negras y una mirada que te
prometía hacerte sufrir antes de matarte.
Caperuza vio como el Lobo se alejaba de ella, para atacar a su presa.
Observó cómo tomó al joven por el cuello y lo desgarró fácilmente, mientras la
sangre teñía de rojo su pelaje. Él la volteo a ver y Cirse ya no pudo reconocer
al hombre, sólo era un animal, una bestia.
La bruja en ella supo que corría peligro si se quedaba ahí, así que se
alejó sin mirar atrás y con el corazón latiendo fuertemente en su pecho.
Zaslove, La Maldita Roja
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